«Podemos hablar de todo menos de incumplir la ley de accesibilidad». Con esta contundente frase se despachaba recientemente ante los medios informativos el alcalde de Cáceres, Luis Salaya, a propósito de las presiones de algunos hosteleros de invadir varias calles céntricas de la ciudad para instalar veladores, incumpliendo la normativa de accesibilidad. La frase y lo que encierra es algo insólito, y supone todo un vuelco en cuanto a la forma de afrontar por parte de los responsables políticos de las administraciones locales las presiones que reciben de algunos ciudadanos y profesionales para conseguir algo, en las que las personas con problemas de movilidad siempre se han llevado la peor parte, hasta ahora.

La valentía del edil, además de demostrar coherencia y responsabilidad, pone en evidencia algo olvidado para muchos, que las leyes están para cumplirlas. No sólo por ser redactadas y aprobadas por políticos, principalmente por tener un objetivo bien nítido: están para garantizar derechos de ciudadanos que confían en la política, en la buena política.

El impacto que ha causado la frase del titular ha sido de tal calibre que ha provocado la desestabilización de los confiados organizadores de una marcha de protesta que se ha llegado a anular a pesar del singular atrezzo que iban a portar los participantes. También el apoyo de la agrupación de hosteleros de Cáceres, de la Federación Empresarial Cacereña, el de la agrupación vecinal, y en general de todos aquellos ciudadanos que tienen muy claro que un alcalde o alcaldesa tiene un marco jurídico del que no se puede salir, le guste o no.

No hace falta recordar dramas recientes como el ‘caso Alzapiernas’ para constatar que algo ha cambiado en Cáceres, y que si un grupo de ciudadanos «presionan» con marchas callejeras para lograr lo que no está escrito en norma alguna, sólo hace falta que otro ciudadano, uno solo, acuda al juzgado para poner las cosas en su sitio.

Concluyo con otra frase, esa que últimamente estamos escuchando mucho y que también nos causa sorpresa ya que realmente es nuestra frase, la que durante más de treinta años venimos repitiendo de forma incansable: «que tengamos comprensión y que nos pongamos en su lugar».