La educación de las nuevas generaciones está tomando el camino equivocado. Se trata a los estudiantes como si no fueran más que una media hecha con Excel, y claro, estos se comportan en consecuencia. Es un mundo competitivo, sin escrúpulos, en el que lo único que importa es tener el historial más brillante.

¿Qué ha pasado con valores como el compañerismo? ¿O el trabajo en equipo? ¿Dónde ha quedado el momento en que la curiosidad y la voluntad de aprender eran lo importante? Casi parece que los profesores hayan dejado de serlo para convertirse en programadores cuyo propósito sea llenar de información la máquina perfecta.

Procesará miles de datos, será eficiente, implacable, pero nunca llegará a entenderlas, nunca llegará a preguntarse qué son. No pensará por sí misma. Deberíamos preguntarnos si realmente es eso lo que queremos de nuestro futuros.