A mi pueblo, hace tiempo que alguien le vendió los zapatos del mismo pie. Será por eso que, queriendo caminar divinamente derecho, siempre acaba paganamente torcido.

Aquí, la religión se toma con el relax conveniente, sin aspavientos de ninguna clase. Por poner un ejemplo bastante gráfico, os diré que un paso de la Semana Santa lleva ruedas. El motivo lo podéis imaginar.

Esto viene a cuento porque, en estos días, estamos celebrando las ferias y fiestas de La Cruz y , como siempre, mi pueblo , al que llamo cariñosamente Macondo-Zahínos, hace gala de su sentido práctico hasta un punto... subversivo, diría yo.

En estos días, los vecinos de cada calle se organizan para fabricar unas singulares cruces de mayo (os invito encarecidamente a visitarlas, son espectaculares). Antiguamente, dichas cruces se adornaban con flores y macetas. Ahora, desde que existe un concurso que premia a la más original, la creatividad vecinal se ha desbordado tanto, que casi todo sirve para adornar una cruz. Puedes encontrar cualquier cacharro, mecanismo o menaje de hogar pegado con silicona en cualquiera de las dieciocho cruces que nos adornan este año las calles. Pero lo que más gracia me hace es que, como estamos movilizados en contra de la mina de uranio, se ve que hemos cortocircuitado unas cosas con otras y , en muchas cruces, en vez de leerse INRI, se lee claramente ‘no a la mina de uranio’, ‘salvemos la dehesa’, ‘dehesa sin uranio’ (el logo de la plataforma ciudadana). Por no mencionar a las cruces que están situadas bajo un palio de pancartas amarillas.

Así, algo reverencialmente divino, por obra y gracia de la idiosincrasia zahinera, acaba sirviendo para algo más terrenal: la denuncia ciudadana. Y ¡oye! pues se matan dos pájaros de un tiro (con perdón para los creyentes). Porque, en Zahínos, sabemos que orar aplaca las necesidades de consuelo del alma de los mortales y etcéteras varios. Pero, laborar, aplaca los ánimos conquistadores y explotadores de las empresas de macro-minería, amén de los estómagos insatisfechos. Y damos a cada cosa la importancia y el lugar que nos conviene en cada momento. Ahora, toca dar un sentido a nuestras cruces para que no sean como las de la canción y no permanezcan clavadas en el monte del olvido.

Amén y que Dios nos perdone. No a la mina de uranio.