Nadie, excepto Rusia que instauró su siniestra dinastía comunista, y China, por razones estratégicas, defienden hoy la feroz dictadura norcoreana de Kim Jong-um. Pero tampoco cabe olvidar que Estados Unidos, en una guerra que en modo alguno puede declararse defensiva, exterminó al 20 por ciento de su población, diez veces más del máximo que se da en otras guerras; hasta el punto que los mismos dirigentes militares estadounidenses se declararon espantados de los innumerables crímenes de guerra por ellos cometido.

Esto explica el miedo y el odio del pueblo norcoreano hacia los EEUU, que su jefe aprovecha estos días para reafirmarse en su poder.

Pero, en vez de no entrar al trapo de sus provocaciones, el alocado Trump ha agravado cada vez más la crisis, hasta el punto que en su primera intervención en la ONU, organismo fundado para la paz mundial, ha proferido la amenaza más cruel e insensata que ni Hitler se atrevió a proferir: destruir, no ya al régimen, sino al entero pueblo coreano, más de 25 millones de personas, si siente que EEUU está amenazado.