Recuerdo perfectamente el día que decidí buscar información para empezar a tomar la píldora anticonceptiva. Tenía 19 años y me fue muy fácil encontrar cientos de foros sobre sus efectos y su repercusión negativa. Sin embargo, encontré pocos estudios médicos de rigor que abordasen el tema. Ante esta situación, cometí el mismo error que miles de mujeres: usarme a mí misma como test de laboratorio. Al principio, su eficiencia me alegró, pero con los meses empecé a sentir cambios de humor repentinos y falta de energía, síntomas que muchas compañeras compartían conmigo. Finalmente, hace unos meses, decidí abandonarla. Como en mi caso, cada vez más mujeres son conscientes de los efectos que puede provocar, pero otras siguen cometiendo el mismo error que yo cometí ante la falta de investigaciones rigurosas. Debemos decir basta. Hasta que nuestra reducción del bienestar no sea suficiente motivo como para investigar científicamente sobre los efectos de este anticonceptivo, la respuesta es clara: ¿Protección? Siempre. ¿Píldora? No, gracias.