Es curioso que cada año comienza la Navidad antes y no es que me moleste, pero resulta muy cargante pasar un mes entero con el soniquete navideño, la felicidad impostada y la obligación de amor y buenos deseos.

Los expertos en marketing y otras estrategias consideran que la ambientación propicia que el ciudadano se lance como un poseso al consumo.

Será cierto, no lo dudo, pero he consultado en mis círculos más cercanos y a nadie le influye las lucecitas y los cánticos. Unos compran poco a poco para evitar la subida de los precios y otros aprovechan que cobran la paga extraordinaria para hacer estos gastos.

Por su puesto que habrá muchos que, encandilados por los cantos de sirenas, van directos a los comercios embelesados y despilfarren sin necesidad, pero imagino que serán los mínimos. La crisis nos ha enseñado a comprar lo justo y en su momento.

El consumidor es más inteligente de los que pensamos y sabe cuándo y dónde gastar. Las luces y los villancicos no van a suponer que las ventas se multipliquen, aunque si algunos lo creen y les va bien, pues estupendo.