En Extremadura tenemos mar, un mar inmenso de color verde. Vivimos inmersos en una dehesa milenaria, que miremos hacia donde miremos, se pierde en el horizonte, al menos los afortunados que vivimos dentro de ella. Extremadura es rica en paisajes, en aire limpio y puro, en aguas cristalinas, en pueblos antiguos que conservan las costumbres ancestrales de quienes nos precedieron en el cuidado de nuestra tierra. Somos ricos en herencia natural. Las encinas y alcornoques forman parte de nuestro ADN y así queremos que siga siendo, así queremos transmitirlo a las generaciones venideras, porque no hay mayor traición hacia nuestra tierra y nuestros hijos, que venderla, expoliarla y destruirla.

Nuestros gobernantes pretenden hacer de este paraíso, lo que desde hace tiempo se hace en África o Sudamérica, entre otros: Vender la tierra a grandes multinacionales mineras que destruirán y expoliaran la tierra para llenarse los bolsillos y una vez la tierra vaciada, marcharse con sus ganancias y dejarnos la nada. Torpeza Extrema podría acabar llamándose esta región que ahora mismo está posicionada como uno de los lugares más saludables de la tierra y que aun a costa de los ciudadanos que la habitan podría desaparecer bajo las carteras de los políticos y las grandes empresas. Así nos tratan los que nos gobiernan. Lucharemos para hacer el trabajo que deberían estar haciendo ellos, que es proteger nuestra tierra y a todos los que la habitamos.