Hace poco, el Parlamento alemán aprobó una ley que prevé multas millonarias para organizaciones como Facebook o Twitter que no eliminen contenidos que inciten al odio, así como noticias falsas. El anonimato facilita la difusión de contenidos difamatorios que en la vertiente presencial no siempre se llevarían a cabo. No es extraño que muchas personas hayan mostrado su descontento con esta medida. Tampoco debe sorprender que se tomen iniciativas como la alemana, ya que la libre expresión de ideas nunca debería ser un vehículo para dar información engañosa y discursos de odio. Si bien el entorno virtual ha contribuido a una mayor independencia del control.