El fallecimiento del marido de una amiga muy cercana, aunque alejada físicamente, me hace plantear mi relación con la muerte. ¿Es cierto que tenemos que establecer un vínculo con ella por el hecho de que tarde o temprano nos tiene que tocar? He recordado mis experiencias con ella. De niño, la muerte de mis abuelos. De repente, una noticia y una figura relativamente cercana que desaparece. Me parece que recuerdo más el sufrimiento de mis padres que mi propia tristeza.

La sabes ineludible. Con la cincuentena larga a las espaldas, empiezo a ser población de riesgo. Y se mezclan el miedo, la desesperanza, el deseo de salir adelante, las ganas de gritar «todavía no». Ni me siento preparado ni creo que me sienta nunca. Tampoco para saber qué decir, no me salen palabras de pésame. No sé como acostumbrarme ni al concepto ni a las sensaciones. Tal vez tendré que acercarme a otras culturas que acogen la muerte de manera natural e incluso lúdica o festiva. Creo que me falta inteligencia emocional en este tema. DEP Antnio. Un abrazo, Eva.