Dos de cada tres desahucios en España se producen por no poder hacer frente a las cuotas hipotecarias o al alquiler correspondiente, según datos publicados al cierre del año 2018 por el Consejo General del Poder Judicial. Detrás de estos datos encontramos la cruda realidad, las familias afectadas por ello, personas en definitiva.

Familias de todo tipo, pero con un denominador común: son pobres. La pobreza se ha convertido prácticamente en un delito en nuestras opulentas sociedades occidentales, además de un estigma. No queremos saber nada de ellos, nos dan miedo y nos apartamos cuando se nos cruzan, no vaya a ser que nos contagien algo. Son los Walking Dead de nuestro tiempo. En la gran crisis de hace una década, de la que aún sufrimos algunas secuelas, nuestros paniaguados políticos corrieron raudos a rescatar con dinero público, o sea nuestro, a determinadas entidades financieras, siendo alguna de ellas nacionalizada (palabra maldita para los neoliberales).

Como nos temíamos los ciudadanos de a pie, la inmensa mayoría de ese dinero para el rescate bancario no ha retornado a la sociedad, se lo hemos regalado. Y yo me pregunto, quizá de manera un tanto inocente, si no hubiera sido mejor rescatar a los ciudadanos españoles con créditos estatales al 0%. De ese modo saldarían sus deudas con los bancos y todos contentos, ¿o no?

No sabemos como se desahucia a una familia, pero deberían obligarnos a presenciarlo, para contemplar la realidad tan cual es y que se nos encogiera el corazón. No digo que esté mal preocuparse por la unidad de España, los toros o Venezuela, sin embargo considero que constituye una prioridad nacional rescatar a nuestros compatriotas y parar los desahucios de una vez por todas en España.