Ciudadanos no se ubica. Ahora deambula a la derecha del PP y ansía arrebatarle a Vox su espacio en el arco político. El discurso irreverente en la sesión de investidura de su líder Rivera, y el de sus adláteres en cada rueda de prensa, pretende alarmarnos y, a base de machacón y desaforado, adoctrinarnos sobre el peligro de una amenazadora «banda» con un siniestro «plan» y un jugoso «botín» que solo ellos perciben.

En sus cabezas, una inocente sala de reuniones -normal en cualquier pacto- se convierte en la «habitación del pánico»; mal símil por cierto, pues esta habitación protege de los maleantes que están fuera. Diríase que Rivera no ha digerido el resultado de las urnas que lo destronó de golpe de su onírica obsesión por el liderato de la oposición.

Su rostro, últimamente crispado, lo delata y revela un tufillo de resentimiento personal hacia Sánchez.

Definitivamente Albert Rivera tocó fondo en el debate, aunque como es tan sagaz, seguro que en los próximos días se supera a sí mismo.