Los que acudían a Barcelona a la manifestación por la unidad patria se encontraron en la estación a Pablo Iglesias que la abandonaba y le acusaron de traidor a España. Este quiso quitar importancia al encontronazo e incluso pasar por tolerante, liberal, apoyando esa libertad de expresión. ¿Acaso somos tontos? Aquí no se trata de una opinión política distinta, sino de un delito de lesa patria: su repetido amiguismo, cada vez más descarado, con esos indeseables mentirosos, corruptos y violentos que conspiran contra la mayoría de los catalanes y españoles en general. Con esa conducta artera Iglesias se ha hecho indigno de presidirnos.