Cuántas veces en los últimos seis meses hemos hecho o escrito en WhatsApp esta pregunta: «¿Todo va bien?», con la consecuente y educada respuesta cliché «Sí, gracias, todo bien». Mentimos, y nos mienten.

Si ello fuera verdad, no sentiríamos que estamos enjaulados, con bozales de diseño y una reserva de alpiste en nuestras jaulas. Aislados, crispados, cada vez más huraños, como el avaro míster Scrooge en el Cuento de Navidad de Charles Dickens. ¡Menuda ironía del destino! Pido, y hasta me atrevo a exigir, que los de arriba, los de abajo, o mejor, los que están dentro tomen medidas ante la situación y no medidas ineficaces que lo único que consiguen es que vayamos a remolque de este maldito virus.

Adelántense a él, apóyense en verdaderos expertos, que son los únicos que saben de lo que están hablado, pues llevan años preparándose para ello, y no en quiénes dicen saber y no saben. Que esto no va de sillones, ni tan siquiera de política, va de vivir o no vivir. Anticípense que, por ello, en este preciso momento, están donde están. Sin pretextos de patio de colegio, devuélvannos lo que nos pertenece: nuestra vida y nuestra libertad.