Mientras hablaba con unos padres sobre los talentos de su hija, lo que la hacía especial y diferente, ellos me miraban con perplejidad. Al cabo de un rato, la madre me dijo: «La gente normal como nosotros no somos capaces de ver todo esto, no estamos preparados para darnos cuenta de los talentos de los demás». Me sorprendió su reflexión y me hizo gracia ver cómo las creencias limitadoras nos limitan tanto que ni intentamos ver la potencialidad de los demás porque nos parece imposible descubrirlo sin ayuda. Recuerdo que le pregunté: «¿Tú eres capaz de ver los defectos en los demás?». Y medio avergonzada confesó: Sí, eso lo sabe hacer todo el mundo». Y aproveché para explicarle que si era capaz de ver los defectos de los demás, también lo era para descubrir los talentos y las habilidades. Simplemente tenía que poner la atención en buscar lo bueno que tienen los demás. ¿Se han parado a pensar cuántos minutos gastamos cada día en mirar los errores de los demás y cuánto tiempo invertimos en descubrir lo positivo? Todos somos todo, somos talento y somos defecto. Y si cada día dedicamos muchos minutos a buscar los defectos, seremos especialistas en ver las imperfecciones de los demás y, si hacemos lo contrario, detectaremos los talentos, veremos el potencial, lo que nos hace especiales a cada uno de nosotros. Somos nosotros los que decidimos en qué queremos convertirnos y en qué invertir el tiempo. En realidad, solo somos una cosa: lo que practicamos.