Vamos por la tercera ola y parece que poco hemos aprendido. Seguimos con medidas a la desesperada, tras un raro periodo de aparente normalidad. Se intentó salvar la Navidad con un Plan que, tal y como era previsible, fue imposible llevar a cabo. Y ahora tenemos que cerrar hasta el pequeño comercio local.

Y lo que es aún más importante, al final siguen pagando los platos rotos siempre los mismos. Son muchos los colectivos que se están viendo perjudicados por la terrible situación de Pandemia. Muchas las familias sin un futuro claro, a las que la pandemia está dejando sin esperanzas.

Uno de esos colectivos, cuya situación parece que poco nos planteamos, son nuestros ancianos en residencias. Ya vuelven a darse brotes y vuelta a confinar en sus dormitorios a todos los residentes. Sigue sin haber instalaciones o protocolos que permitan confinar a los enfermos o infectados, sin tener que recluir a todos, sin tener que sacrificarlos a todos.

Y es que muchos ancianos de residencias de nuestra Comunidad llevan casi un año sin poder dar un paseo fuera de los límites de sus centros, ni poder mantener la relación familiar a la que tienen derecho. Un cruel confinamiento que está provocando terribles consecuencias. Se puede entender la dificultad de cambiar esta realidad, pero conformarse si bien es lo más sencillo, también es lo más injusto.

Y es que todos nuestros ancianos han tenido terribles pérdidas. Muchos en lo emocional, pero otros muchos también en su estado físico. Y si no se toman medidas rápidamente, para muchos de ellos va a ser demasiado tarde. Las pérdidas en sus habilidades son tan acusadas que, para la inmensa mayoría, van a ser irrecuperables.