Como poeta extremeño residente a más de mil kilómetros de mi amada tierra, me hago eco de las reivindicaciones que se están llevando a cabo en estos días. Por un tren digno en Extremadura: surgido del crepúsculo y envuelto por el humo de los sueños, se aproxima un tren que lanza al viento sus silbidos. Cargada mi mochila de esperanzas y libre de cualquier otro ropaje, trémulo espero su llegada con el frío adueñado de mi cuerpo. Pasa veloz, sin detenerse, y de nuevo su silbo cruza el aire repitiéndose entre la niebla para hacerme perder la noción del tiempo. La noche, arropada por sus sombras, implacable me sorprende con un racimo de ingratas horas que cuelgan del reloj de mis silencios. Vencido ya por la tristeza, me abandono en una esquina de la gélida estación para soñar una vez más despierto.