Era la voz del capataz que ordenaba a los costaleros que cargaban el trono de la Virgen de la Soledad, procesionando por las calles de nuestra ciudad.

A la voz del capataz “¡Valientes, una levantá suave y todos por igual!”, así los costaleros elevaban a la Virgen hasta el cielo. En las madrugadas del Jueves Santo las saetas de Porrina de Badajoz y Antonio Hormigo rompían el silencio de la noche y hacían sentir un fervor y amor por la Virgen. Una vivencia imborrable en mi recuerdo.