Valores republicanos

Jesús Pichel

Madrid

Me siento republicano y nada monárquico, personal e históricamente. Pero, sobre todo, ideológicamente me identifico con las tesis del republicanismo: reconocimiento, protección y extensión de libertades y derechos políticos y de derechos sociales iguales para todos los ciudadanos; libertad como no dominación; imperio de la ley; Constitución; separación de poderes; virtudes cívicas, etcétera, todo con la vista puesta en el bien común, me parece un programa atractivo. Para sobrevivir, las monarquías, esencialmente absolutistas, se reconvirtieron en monarquías parlamentarias, asumiendo en parte los valores del republicanismo, pero no evitando la paradoja de ser una institución no electiva -no democrática- incrustada en sistemas democráticos que, no teniendo teóricamente poder político efectivo, sí suelen tener privilegios jurídicos, políticos y económicos injustificables.

Solo encuentro dos formas de evitar la paradoja: desincrustar la monarquía convirtiendo el reino en república o vaciarla de contenido, poder y privilegio hasta dejarla en un esqueleto simbólico que ocupe la Jefatura del Estado dándole continuidad, pero no más. La Constitución del 78 es reformable, cierto, tan cierto como que es difícilmente reformable en los artículos declarados fundamentales. Y eso no se debe a la situación aritmética coyuntural del Parlamento actual, sino a las condiciones que impone la Constitución misma. O sea, que, o se abre un nuevo proceso constituyente -que parece algo imposible hoy por hoy- o tenemos monarquía blindada por la Constitución para rato.