La ciudadanía depositó el voto en las urnas configurando un mapa de fragmentación representativa al que no estábamos acostumbrados, dejando en manos de las formaciones políticas la tarea de conformar acuerdos y alianzas de dieran paso a un gobierno dedicado a la resolución de los múltiples problemas que dificultan la vida de la población, al mantenimiento de lo que funciona de manera adecuada y a la apertura de nuevas rutas destinadas a la prosperidad general. Han transcurrido algo más de cuatro meses desde que tuvo lugar la llamada fiesta de la democracia y, por lo visto, la posibilidad de formar un Ejecutivo parece evaporarse al calor del desencuentro, acercándonos un poco más a la repetición de elecciones. Es comprensible que el electorado sienta decepción y desánimo por la incapacidad revelada para tomar las riendas del carro político, pero ello no va a disipar la voluntad de millones de personas dispuestas a ejercer el derecho al voto cuando toque.