CRISIS SANITARIA

«Yo también he caído»

Vicente Sorribes

Como muchos otros compañeros sanitarios, he caído en la trinchera. Agradezco que el aumento de las medidas de restricción se haya concedido, pero seguimos con otros muchos problemas: falta de material, de tests de detección, de medicación... Cada noche a las ocho me reconfortan los aplausos de las personas: muchas gracias. Pero, al mismo tiempo, desde la incerteza de mi aislamiento, solo leo noticias poco alentadoras. El pueblo español lo está pasando francamente mal: pérdida de familiares, miedo a lo desconocido, expedientes de regulación de empleo, reducciones de jornada... Creo, con todo mi respeto, que la gestión política no está a la altura del esfuerzo y del ejemplar comportamiento de la ciudadanía. Los políticos, los expresidentes de gobierno y de comunidades autónomas y los grandes empresarios deberían predicar con su ejemplo, y sería un gesto de honestidad, en estos momentos tan difíciles, que los primeros se aplicaran un erte, que los segundos suspendieran temporalmente sus prestaciones vitalicias y que los terceros se implicaran y apoyaran las medidas sanitarias. Todo ello tiene un doble fin: uno moral y otro material: dotar de recursos y contribuir a la mejora de las prestaciones sanitarias. Esperando recuperarme pronto para volver a primera línea, reciban un cordial saludo. No duden de que venceremos.

CRISIS DEL CORONAVIRUS

Un adiós a través de la tableta

Yolanda Pairó

Peluquera

Hace unas semanas, mi abuelo, de 89 años, se puso enfermo. Vivía con su mujer y pasaban el confinamiento juntos. Una noche, la ambulancia se lo llevó: los separaron y no se han vuelto a ver. Mi abuelo contrajo el coronavirus y lo tenían aislado. No lo podíamos ver y apenas nos podíamos comunicar con él. ¿Qué sistema sanitario es este que nos convierte en estadísticas en vez de en personas con sentimientos? Si no hay tratamiento ni respiradores para todos los pacientes, ¿qué hacía mi abuelo allí, lejos de los suyos? El protocolo aísla a los infectados, los secuestra para dejarlos morir solos. Ante esta situación de impotencia, duelo y desesperación, propusimos hacer una videollamada para comunicarnos. En un primer momento nos indicaron que el protocolo no lo permitía, pero finalmente nos dejaron.

Vivimos de las ilusiones, y habíamos conseguido lo que más queríamos: ¡verlo! Toda la familia estaba frente a la pantalla, pendiente del abuelo. Parecía que volvíamos a estar juntos. Le pudimos enviar ánimos y mucho amor. Ahora me pregunto si esa llamada la hicimos por él o por nosotros. Dos días después, una llamada del médico rompe las paredes de la casa y el silencio retumba en mi cabeza. El abuelo nos ha dejado. ¿Cómo le podíamos decir a su mujer, de 80 años, que el abuelo ya no volvería a casa? ¿Que el día que se subió a la ambulancia fue el último en que se vieron?

La pesadilla no ha terminado: no nos dejan hacer ningún acto funerario. Lucharemos para que al menos uno de sus cinco hijos le pueda acompañar. Y viviremos de esta ilusión hasta que lo consigamos.

CARTA A MONAGO

Los recortes del PP en Sanidad

Jose Moreno

Alcalá de Henares (Madrid)

¡Cómo se puede tener la cara tan dura, señor Monago! Viendo hoy las declaraciones que ha hecho sobre la tragedia que el coronavirus está causando también en Extremadura, no puedo dejar de preguntarme si él o su partido se han parado a pensar qué habría pasado si no hubieran recortado en Sanidad durante su mandato. ¿Alguno de los fallecidos podría seguir con vida porque habría más personal sanitario, más medios en los hospitales? No lo sabemos, claro. Pero yo, que viví en primerísima persona aquellos recortes y promesas incumplidas (¿recuerdan el famoso «córtate el dedo»?) sí pienso que, aunque nadie sabía que viviríamos algo así en 2020, queda demostrado que la Sanidad no se debe tocar. Por favor, señor Monago, olvídese de ideales políticos, no es el momento. Ayuden en vez de dinamitar y, con suerte para ustedes, quizá tengan más votos en las próximas elecciones.