Otra visita al hospital; otra jornada de deliberaciones fuera de lo corriente; otro día sin veredicto; otra sesión ritual de fans, periodistas, analistas, policías y freaks ... El caso Jackson siguió ayer su peculiar curso en Santa María, la otrora tranquila ciudad californiana en una de cuyas manzanas se ha instalado el delirio. Se juzga un grave caso con 10 cargos que incluye cuatro de pederastia; están en juego los próximos 18 años de libertad de un hombre y, sin embargo, es imposible no escuchar un atronador grito callado: pasen y vean.

La jornada se sabía, de antemano, tranquila e improductiva en lo que a veredicto se refiere. Los 12 miembros del jurado iban a deliberar durante escasas dos horas y media en lugar de las seis habituales. ¿La razón? Los hijos de algunos jurados se graduaban.

UN DEBIL ACUSADO Hubo también, como en dos ocasiones anteriores en la última semana y como cuatro veces en total desde que empezó el juicio, visita del acusado al hospital. Según su portavoz, una visita "básica y rutinaria", causada por el tratamiento de los dolores de espalda que afligen a Michael Jackson y que se han visto agravados por el estrés. Según los medios de comunicación, motivo suficiente para poner en televisión los planos de un todoterreno aparcado a las puertas del Hospital de Santa Ynez y creer en la buena fe del espectador; motivo para recordar en imágenes el visible efecto que el proceso tiene sobre el cantante; motivo para bajar la balanza a discreción: hasta 20 kilos se dice que ha perdido.

Es el monstruo mediático uno de los que más llama la atención en el tribunal. Ayer por la mañana, cuando la mayor parte de los fans estaban aún instalando sus pancartas en las afueras de Neverland, donde Jackson espera el veredicto, ya había centenares de reporteros, cámaras, fotógrafos y técnicos campando en esa miniciudad que rodea al Court Complex.

DEBATE PARALELO Hay periodistas tan odiados por los más acérrimos defensores de Jackson que hasta tienen guardaespaldas. Hay entrevistas sobre las entrevistas; análisis y análisis del análisis, y hasta un debate sobre cuántos profesionales de la comunicación esperan el resultado de este juicio allí: hay quien dice que unos 350; otros hablan de 3.000.

Por supuesto, en Santa María no faltan los fans. Entre ellos hay gente como Alba y Vanessa, que dejaron sus trabajos en España para venir a apoyar a su ídolo. Y gente como Toni y Laura, que ayer regresaban a Madrid y que, con sus reflexiones sobre el caso, establecen la diferencia entre admirador y fanático.

ABUELO A DOMICILIO Sólo faltaba el abuelo materno. Así que el Rey aprovechó que ayer su agenda oficial le daba fiesta para dejar la corbata en palacio y volar a Barcelona. En el domicilio de los duques de Palma conoció a la pequeña Irene, que había pasado su primera noche en casa.

Juan Carlos llegó por la mañana al barrio de Pedralbes. Las tres horas que permaneció en la casa le dieron para comprobar lo que ya había visto en las fotos y le habían contado las crónicas que cada día le hacían llegar los suyos. "La niña es muy guapa", dijo el Rey antes de tomar del brazo a la Reina y dirigirse hacia el coche.

BROMA El seis veces abuelo bromeó con los reporteros y, respecto a la niña, aseguró: "No la he podido traer porque no me la han dejado bajar". A quien sí pudieron retratar las cámaras fue a Iñaki Urdangarín a lomos de la BMW que conduce cuando no ejerce de padre numeroso.