TEtso de que nunca llueve a gusto de todos es una verdad como un templo, pero si trasladamos el dicho al campo adquiere ribetes de enciclopedia. Lo que es bueno para el agricultor no lo es para el ganadero; lo que es bueno para el ganadero no lo es para el agricultor; y lo que es bueno para el agricultor y para el ganadero suele ser malo para el cazador. Claro que, en estos contactos, es el cazador quien menos suele jugar y quien más suele perder, a no ser que disponga del lujo suntuario de un coto dedicado exclusivamente a la caza.

Uno, la verdad, no sabe por qué, pero de unos años a esta parte no acierta a adivinar de dónde le van a venir los palos y por qué. Ya no hace calor en agosto, ya no llueve en noviembre, ni hiela en invierno. Ahora los años se catalogan por los meteoros: hace dos años fue el del aire, con unos ventarrones desabridos, fríos y demoníacos, que no dejaban quieta a criatura viviente sobre la tierra; el pasado fue el de las lluvias, casi siempre fuera de tiempo y torrenciales; y 2007 ha sido el de las nieblas: nieblas secas, bajas, pertinaces, densísimas, que duraban tres o cuatro días, agarradas a los costados de los cerros con una constancia inusitada.

Así es que los cazadores andamos desconcertados, y no sabemos a qué carta quedarnos. Y lo mismo que los cazadores, los animales que perseguimos. Por que, a ver, eso de ´los días de aire, deja la escopeta y vete al baile´ con qué se come, si hace dos años empezaron los aires solanos a principios de agosto, y llegó San José en el año siguiente y seguía el aire; ¿qué hacemos, quedarnos sin cazar? Pues vaya.

Tampoco es muy moderno ese de ´la perdiz en la maíz´, y ´diciembre la liebre´; en primer lugar, porque donde yo cazo no hay, ni ha habido en toda la historia, una caña de maíz en muchos kilómetros a la redonda, y no hay perspectivas de que vaya a haberlas en un futuro; en segundo lugar, porque en diciembre no hay liebre -ni sensata ni loca- que te aguante en la cama hasta que la pises; y en tercer lugar, porque ya diciembre no da esas temperaturas heladoras de antaño, con lo cual el animalito no requiere del caliente de su propio lecho durante el día.

Por no mencionar el ´a patos y a palomas, aunque no comas...´ Yo no sé el tiempo que hace que no hago una tirada de palomas; tampoco puedo calcular dónde puede darse una de patos, porque cada vez queda menos agua querenciosa para estos animales; y en tercer lugar, porque ahora hay palomas en verano, pero no en enero, y los patos llegan en octubre, pero en diciembre ya no ve uno en el campo.

Hasta dónde vamos a llegar no lo sé. En esta temporada pasada, el día de apertura de la media veda, uno, que caza en el triángulo entre Moraleja, Zarza la Mayor y Cilleros, a mediodia presenció una de las más espectaculares tormentas -de agua, viento y rayos- que recuerda, y eso que ya lleva unas cuantas sobre su frente, y que, consecuencia de ello, y en contra de lo que pasaba antaño, se levantó un relente nada veraniego.

Puedo decir que en pleno noviembre he cazado a 30 grados de temperatura; para a las dos semanas cazar a tres bajo cero. Y todo ello, como es bien sabido, sin ver caer una gota de agua. Creo que es el primer año de mi vida cinegética que no he tenido que sacar el chubasquero. Y seguimos sin ver llover, temperaturas blandas y bonancibles, mediodías de ensueño, tiempo calmo, alguna niebla que otra, y poco más... El campo se viene abajo, los pastos están como en abril, los cardos renegridos y los espárragos ya barridos.

El tiempo, nuestro gran enemigo; siempre presente, impredecible e incómodo. Y ahora, implacable. Como sigamos así, que Dios nos coja confesados.

*Secretario de la Soc. de Cazadores de Cáceres