TLta pasada semana les hablé en este mismo foro de los viejos cazadores que me enseñaron todo lo que sé de este mundo cinegético. Como ya expliqué entonces el primero de ellos es mi padre, quien para mucha gente en nuestra ciudad sigue siendo Don Gabino. El me enseñó a cazar, y a comportarme en la caza de la manera más recta, honesta y honrada posible. El, que es un intachable caballero de la cabeza a los pies, siempre me demostró que en el campo, como en casa y la oficina, ante todo se ha de ser un señor.

El segundo de los viejos cazadores de los que aprendí todo lo que sé, sin ánimo de ofender a todos los que no puedo citar por extensión, es Gonzalo Borrega, que también gracias a Dios está aún entre nosotros. Este cazador ha ocupado durante cuatro décadas todos los cargos habidos y por haber en la Sociedad de Cazadores de Cáceres y en la Federación de Caza, sucedió a mi progenitor en mi adoctrinamiento, y aún ahora, si bien en muy contadas ocasiones, todavía tengo el placer de compartir un día de caza con él.

Escopeta fuera de serie, me indicó cómo descubrir el secreto de cada terreno, y me introdujo ese punto de picardía - sería más adecuado decir de mala leche - que se necesita para lidiar con el ganado que nos rodea en este mundo nuestro de la caza chica, y no estoy hablando sólo del qué, sino también del quiénes. Nunca me dio la espalda, nunca dejó de apoyarme, y siempre tuvo un consejo a punto para darmelo a mí.

Ahora, en la plenitud de mi vida y de mis condiciones, echo en falta cazadores como ellos. Gente de buen andar y buen componer, de exquisita educación y hondo saber del campo y sus animales, capaces de compartir charla y bota con un pastor, un guarda o un potentado; gente a las que no les importa el peso de la percha, ni los tiros pegados, auténticas enciclopedias andantes de historias de caza... Cazadores de una pieza; hombres íntegros, gente como Dios manda.

*Sociedad de Cazadores de Cáceres