A lo largo de su historia, Peugeot ha presentado numerosas innovaciones tecnológicasque han evolucionado el sector del automóvil. Entre las más destacadas se encuentra el ventilador desconectable automático, un mecanismo que salió a la luz en 1960 y que en 2020 cumple 60 años de historia.

Hasta 1960, la electrónica todavía no había entrado a formar parte de la sociedad, y uno de los problemas que afectaba comúnmente a los conductores/as era el sobrecalentamiento del motor, especialmente en los calurosos meses de verano y durante la conducción en carreteras de montaña. De hecho, para evitar averías en el motor, los conductores/as se veían obligados/as a parar regularmente para dejar enfriar el propulsor y eliminar así el elevado riesgo de dañar la culata del motor o cualquiera de sus partes móviles.

No obstante, en 1960, Peugeot presentó el ventilador desconectable, un innovador invento que llamó la atención de los automovilistas hasta el punto de que, en muy poco tiempo, toda la producción de la firma francesa, tanto turismos como vehículos comerciales, lo montó de serie.

Hasta entonces, el ventilador de refrigeración, situado junto al radiador, funcionaba de forma continua mediante una correa movida a su vez por el motor y sin posibilidad de desactivación; por lo que estaba siempre en movimiento, independientemente de que el propulsor estuviera frío o caliente, a una velocidad que variaba sólo en función del giro del propio motor.

Sin embargo, con la llegada del sistema “desconectable” de Peugeot, el ventilador se mantenía parado hasta que fuese necesaria su acción al elevarse en exceso la temperatura del motor. Al no estar acoplado en el propio propulsor, este novedoso sistema no consumía energía y además, no funcionaba cuando el motor estaba todavía frío, de modo que reducía el tiempo necesario para que el motor alcanzase su temperatura ideal de funcionamiento.

El ventilador desconectable únicamente se ponía en marcha cuando la temperatura del sistema de refrigeración alcanzaba los 84 grados centígrados y se desactivaba cuando la temperatura descendía por debajo de los 75 grados. Todo esto fue posible gracias a la introducción de un termostato que iba montado en la culata y conectado a un electroimán solidario con la polea de la bomba de agua y con el perno en el que estaba fijado el propio ventilador de refrigeración. En el momento en el que llegaba al electroimán el impulso eléctrico del termostato, se magnetizaba y se bloqueaba sobre el perno de la bomba de agua al que estaba fijado el ventilador, quedando todo ello unido en un único elemento. De este modo, el ventilador giraba a la misma velocidad que la bomba de agua.

Cabe destacar que un ventilador montado en posición fija que giraba de manera continuada absorbía aproximadamente 3 o 4 caballos de potencia en los coches de la época. El ahorro de dicha potencia con la llegada del nuevo sistema se tradujo en una mejora de las prestaciones, con un incremento de la velocidad máxima que podía llegar a los 5 kilómetros por hora; y en una reducción del consumo que la firma francesa estimaba del orden de entre 0,5 y 1 litro de gasolina por cada 100 kilómetros, en función del tipo de recorrido y de conducción.

Pero esto no es todo, y es que el ventilador desconectable contaba con otra ventaja: un mayor silencio del motor, al prescindir de las correas y las poleas necesarias para mover el ventilador. El silencio de marcha fue una característica propia de los Peugeot de la época que equipaban esta innovación, incluso en los momentos en los que el ventilador se ponía en marcha para refrigerar el motor.