Cáceres tiene 1.243 habitaciones preparadas para el turismo, que suponen un total de 2.476 plazas hoteleras según los datos del Instituto Nacional de Estadística correspondientes a febrero de 2020. Estos servicios de alojamiento suman 416 trabajadores dados de alta en la Seguridad Social, aunque también hay que tener en cuenta los 2.357 empleados de las 406 empresas cacereñas destinadas a servicios de comidas y bebidas.

Pues bien, todos los recepcionistas, camareros, limpiadores, cocineros, animadores, personal de mantenimiento, proveedores y transportistas deberían estar ya a pleno rendimiento, con la ciudad sumida en la vorágine de la Pasión, declarada de Interés Turístico Internacional. Pero no hay ni rastro de actividad. «El año pasado fue récord. De Lunes Santo a Domingo de Resurrección registramos un 95% de ocupación, que llegó al 100% en los días clave. Incluso ya estábamos completos este primer fin de semana», explica Guillermo Antón Quiza, director del hotel Barceló Cáceres V Centenario, el más amplio de la ciudad, con 138 habitaciones. «Lo habitual es que durante estos días trabajaran en el hotel unas 70 personas entre empleados fijos y subcontratas. Ahora permanecemos cerrados desde el 18 de marzo. Parece completamente irreal, muy triste...», lamenta.

La vuelta

El daño está hecho. ¿Pero cómo salir del pozo sin más debacles? «Cerramos los hoteles a mediados de marzo en una situación muy diferente a la que tendremos cuando abramos. Lo haremos en un país distinto. Esto cambiará las costumbres y las formas de tratarnos, al menos un tiempo», afirma.

La situación escapa al sector. Es tan grave y tan global que se espera un arranque duro. «Tenemos que pararnos a pensar qué podemos hacer como ciudad, como región, para atraer al turismo. Serán necesarios fondos e ideas renovadoras, iniciativas singulares que nos conviertan en un destino atractivo», propone este profesional. «Pero sobre todo debemos amoldarnos, ser creativos y mantener el ánimo y el tesón», aconseja.