A las doce en punto del mediodía repicaron las campanas. Tras tres meses de lucha Arroyo de la Luz ha conseguido vencer al coronavirus y su párroco, Juan Manuel García, fue fiel a su promesa: Al inicio de la pandemia prometió a los vecinos que las haría sonar el día en que la localidad quedara libre de covid-19. Y lo hizo. Fueron tres minutos emocionantes. El jueves se dio de alta a la última persona infectada en el municipio, uno de los más castigados por el coronavirus en la región. Fue el primer foco de Extremadura y el único que ha requerido aislamiento social por la propagación tan acusada del virus, pero ya respira tranquilo. «Llegó el día, tres meses después de que comenzara esta pesadilla, hoy se ha dado de alta al último paciente que quedaba como caso positivo activo», así comenzaba el comunicado que publicó el jueves por la noche el ayuntamiento de la localidad en las redes sociales. «Arroyo de la Luz está libre de covid-19 y esperemos que siga así todo el tiempo», prosigue el escrito.

Consiguieron vencer al virus el 11 de junio, justo 90 días después de que el coronavirus se llevara a Claudia P. B., una arroyana de 56 años y con patologías previas que se convirtió en la primera fallecida de la comunidad autónoma. Fue un 11 de marzo. Luego todo ocurrió demasiado deprisa. En dos días los casos se multiplicaron, lo que obligó a cerrar el pueblo el 13 de marzo, un día antes incluso de que se decretase el Estado de Alarma. Estaba prohibida la salida de sus habitantes y la entrada de cualquier otra persona. Los accesos estuvieron controlados día y noche por la Guardia Civil durante un mes, tiempo que duró el aislamiento. En toda la crisis, este municipio de 5.800 habitantes ha superado los 200 infectados.

«Cuando empezó esta pandemia nuestro pueblo la afrontó con la determinación y fortaleza de resistir para, ante una situación adversa y difícil, plantarle cara y superarla. Y lo hemos conseguido, aunque desgraciadamente en el camino se han quedado las vidas de demasiadas personas», añade el comunicado del ayuntamiento. En el pueblo han fallecido 27 personas desde que comenzara la pandemia, 20 de ellas en la residencia de ancianos, que también logró vencer al virus hace tres semanas. Hace unos días además ha recuperado las visitas de los familiares. Para conmemorar a todos los fallecidos las banderas de la localidad seguirán ondeando a media asta hasta el 21 de junio, cuando finalice el Estado de Alarma. Y el ayuntamiento trabaja ya en un homenaje en su recuerdo, que se aprovechará también para agradecer a todos los que lucharon para que Arroyo de la Luz regresase al punto de partida.

«Es una alegría»

«Es una alegría» Juan Manuel García, párroco de esta localidad cacereña, se encontraba en la iglesia cuando se enteró en directo de la noticia. No dudó en comunicársela a los fieles que en ese momento le acompañaban. «Es una alegría. Después de escuchar a tanta gente todo lo que han sufrido esto es una bocanada de aire fresco para todo el mundo», afirma. Ha vivido muy de cerca esta crisis. El día que falleció Claudia P. B. cerró la parroquia para prevenir, porque era una fiel incondicional y tenía miedo de que pudiera estar infectado el edificio. Los arroyanos se enfadaron con él. «Ese día empezaba la novena de San José y la gente no lo entendía. Les dije que lo hacía por ellos porque la iglesia podía estar contagiada, pero no lo entendieron», añade.

Ese pensamiento ha cambiado hoy porque asegura que, después de lo ocurrido, muchos aún no han recuperado las fuerzas para salir de sus casas. El miedo se respira todavía en la localidad. En su iglesia toma todas las precauciones posibles, solo permite acceder a un tercio del aforo, cuando ya podría hacerlo el 75%, y ha creado un confesionario especial, forrado de plásticos, para evitar cualquier tipo de contacto. «El virus sigue aquí y creo que seguirá para siempre» advierte.

El pueblo resurge a medio gas. En las calles se respira ilusión, aunque todavía son muchos los que se resisten, por ejemplo, a entrar en los bares. De hecho algunos todavía permanecen cerrados. «La noticia la hemos recibido con mucha ilusión pero seguimos alerta porque el virus no se ha ido», reconoce Félix Padilla, vecino de Arroyo de la Luz. Asegura que intentan recuperar la normalidad pero en el ambiente se palpa que lo que se ha vivido ha dejado su huella. «Esto no se nos va a olvidar porque han sido momentos muy difíciles. Hemos visto morir a mucha gente y no hemos podido acompañarlos. El día a día es igual pero nunca será lo mismo», apostilla. En su caso nadie cercano ni se contagió ni se infectó, pero el confinamiento le prohibió conocer a su nieta, que nació el 26 de marzo. «Mi hijo se puso a llorar en el paritorio porque estaban solos. Lo pasaron mal», reconoce. Tardó un mes en verla por primera vez.

Otros miran atrás y les cuesta creer lo ocurrido. «Parece imposible que haya pasado. Nos da mucho respeto porque esto aún no ha acabado», advierte Leandri Parra, otra arroyana. Precisamente por eso el consistorio llama ahora a la prudencia. «Ahora más que nunca insistimos en no bajar la guardia y en mantener las medidas de protección, porque esta enfermedad sigue con nosotros y porque nos ha hecho demasiado daño. Se lo debemos a todos los que se han dejado la piel para superarla, a aquellos que perdieron la vida a causa de la misma y a sus familiares, que no pudieron despedirlos como merecían», concluye el comunicado municipal.

«Ni en la peor de mis pesadillas pensé que iba a vivir algo así»

«Ni en la peor de mis pesadillas pensé que iba a vivir algo así»Había sido elegido alcalde de Arroyo de la Luz hacía nueve meses. Se estrenaba en el cargo, que afrontaba con ilusión, con ganas de luchar por el empleo y la economía. Lo que nunca imaginó Carlos Caro es que esos planes iban a pasar a un segundo plano. «Ha sido extremadamente difícil. Ningún gobierno de ningún nivel está preparado para algo así. Hemos trabajado día y noche, sin descanso, para preservar la salud de mis vecinos, nunca pensé que iba a trabajar por preservar la vida de los arroyanos», reconoce el alcalde. «Ni en la peor de mis pesadillas pensé que iba a tener que vivir algo así», añade.

La pandemia, que ha azotado con fuerza a un pueblo como Arroyo de la Luz, lleno de vida, le ha enseñado muchas cosas; entre ellas la valentía que han demostrado sus vecinos. «Es un orgullo ser arroyano. Ante una situación como la que estábamos viviendo el pueblo ha demostrado estar a la altura de las circunstancias, cumpliendo las medidas y las normas», insiste.

Eso no significa que no haya sido duro. Mucho -reconoce- más aún en un pueblo como este, donde casi todo el mundo se conoce. «Ha habido personas que han estado muy graves, en estado crítico y han fallecido muchos. Hemos vivido momentos muy duros porque en un pueblo conoces a mucha gente», recuerda.

Ahora solo pide a los arroyanos responsabilidad para poder mantener a la localidad libre de covid y no sumar más muertos. «Visto que no tenemos una vacuna hay que aprender a convivir con la enfermedad y contra ella solo se puede luchar con responsabilidad y civismo».