El jueves por la tarde quedaron en la Asociación de Vecinos de Suerte de Saavedra. Repartieron más de un centenar de mascarillas artesanas y dejaron otras pocas para que se entreguen hoy coincidiendo con la distribución de comida. El recorrido por los barrios es diario. Desde que el movimiento Resistiré Mascarillas Badajoz echó a andar al inicio del estado de alarma, cuando este material era casi un lujo, ya han repartido más de 7.000 de adultos y 3.000 infantiles (de distintas tallas) por toda la ciudad, la mayoría en mano, a quienes se las piden.

Tarea no les falta, más ahora que es obligatorio llevarlas. De hecho, esta semana la demanda se ha incrementado. Esta iniciativa ciudadana ha llegado a tener en marcha una treintena de máquinas de coser particulares y ha implicado a un sinfín de proveedores. Al frente están Carmina García. Su amiga María Dolores Garrido empezó a coser mascarillas para una enfermera del centro de salud de San Roque. Otra, Piedad Carpintero, quiso sumarse y las tres formaron el grupo, al que se fueron uniendo conocidos. Han llegado a estar 30.

«Empezamos sin nada, material cero patatero y con todo cerrado completamente», recuerda Carmina.

Necesitaban donaciones. Ella es autónoma (lleva la lencería Oh Cielo) y expuso la situación en un grupo de empresarios. Enrique Panduro se puso en contacto con hosteleros y almacenes de menaje. Droguería Cabezudo les regaló (aunque se lo habían encargado para pagarlo entre todas) el primer rollo de TNT (friselina), un tejido muy apropiado para las mascarillas, impermeable, con el que se fabrican los manteles de los restaurantes. Fue el inicio de una cadena de solidaridad. Las empresas de hostelería Hotex y María Pecellín les donaron «un montón» de rollos.

Con Mérida

Con MéridaCon Resistiré Badajoz colaboran la asociación cultural Augusta Emérita y Mujeres Sembrando, ambas de Mérida, con las que comparten materiales. Resistiré Badajoz hizo un llamamiento al principio porque carecían de goma y Ramón Vargas, un vendedor del mercadillo, de Cáceres, les envió media docena de bovinas de más de 400 metros cada una. A través de una amiga, se pusieron en contacto con Antonio Suárez (Ñoño), otro vendedor ambulante, de Mérida, que tiene un puesto de telas y donó a las tres asociaciones más de 12.000 metros de goma. «El día que esto acabe, vamos a ir al mercadillo y le vamos a hacer un homenaje», menciona Carmina, en agradecimiento. Las nuevas bobinas ya se las está cobrando, pero a precio de costo. «Si no hubiese sido por él no habría ninguna mascarilla».

Muchos bares también les han regalado rollos de tela. Nombrarlos a todos sería interminable. Come y Calla les dio una bobina de manteles de banquetes con la que confeccionaron 15 batas para el asilo y la residencia Puente Real II.

El grupo de voluntarios ha menguado. Ahora están cosiendo trece personas, cada una en su casa (entre ellas, un hombre), porque las demás se han incorporado a trabajar. Por la noche Carmina hace un llamamiento y pregunta quién necesita material y a quién tiene que recogerle mascarillas ya confeccionadas, con el que realiza un listado y otro con los que las han pedido a través de la página de Facebook, que se derivan al whatsapp de Carmina. Las peticiones les llegan tanto de particulares, como de centros de trabajo. Han llevado mascarillas al servicio de farmacia del Hospital Universitario, a residencias de ancianos, al servicio de limpieza del Marcelo Nessi, a Caterex, al albergue para personas sin hogar de Las Palmeras, al centro de salud Los Pinos, Mercadona de Cuartón del Cortijo, la gasolinera de Las Vaguadas, gimnasios, transportistas, Cocinamiento Solidario, Banco de Alimentos y a muchos barrios de Badajoz, en algunos de los cuales cuentan con el apoyo de colaboradores, como el párroco de Cerro Gordo.

Carmina sale todas las mañanas. A primera hora recoge las mascarillas y entrega el material y después se dedica a ir con su coche por los barrios, a sitios concretos, donde queda con quienes se las han pedido. Hay quien se lo agradece con un donativo, pero son gratis. El teléfono de Carmina «está todo el día sonando, mi siesta es recoger pedidos, pero yo lo hago con mucho gusto». Ella y todo el grupo, que insiste en seguir ahora que su labor es aún más necesaria. Por eso necesitan material y hacen un llamamiento de ayuda a través de donativos, para mantener viva la resistencia.