Las empresas y asociaciones que organizan los campamentos de verano han estado en vilo en los últimos cuatro meses, porque su futuro inmediato dependía de que las condiciones sanitarias fueran lo suficientemente favorables como para no perder toda la campaña. Cuando deberían estar cerrando cupos, actividades, contrataciones y alojamientos, estaban pendientes de si la curva llegaba o no a doblegarse a tiempo. Al final ha sido que sí, aunque en el tránsito hacia la normalidad la situación de los campamentos de verano y del ocio infantil y juvenil en general no se ha resuelto hasta hace unos días.

Eso les deja con muchas dudas y poco margen de maniobra ante una campaña que debería comenzar esta misma semana, pero que este año se retrasará, como poco, hasta el mes de julio. Algunos no tendrán hasta la segunda quincena sus primeras actividades y otros dan el verano por perdido.

«El teléfono debería estar echando humo ahora mismo, con llamadas de familias concretando ya todo. El mes de junio siempre es una locura y este año estamos de lo más relajados», reconoce Juan Luis Frutos, responsable de la empresa Pebetero, una de las más grandes de la región que organiza este tipo de actividades, tanto en Extremadura como en otras regiones.

La situación que dibuja tiene detrás cifras que ponen de relieve el agujero que la crisis del coronavirus va a provocar en estas empresas. En un verano ordinario, Pebetero suele contar con una plantilla de unos 200 trabajadores para atender a las 3.000 familias que participan en sus actividades: campamentos de multiaventura e inmersiones lingüísticas en inglés en entornos naturales, o campamentos urbanos públicos y privados.

Frente al centenar de alumnos que tenían cada año, este año no serán más de 40 por turno, con una planificación mínima para atender las necesidades de ocio y conciliación. Estima que apenas sacarán adelante un 20% de las iniciativas habituales, lo que repercutirá también en el empleo y la facturación: de los 200 trabajadores habituales, llegarán este año a 30 y el agujero económico de la campaña ronda el millón de euros.

El sector de los campamentos de verano cuenta con 37.800 empresas en España que rondan los 8.600 euros de facturación anual y que generan unos 200.000 empleos directos, según los datos del Colectivo Nacional de Campamentos de verano. Muchos de esos empleos son de personas por debajo de los 30 años. Más de 4 millones de jóvenes participan en las actividades que se desarrollan de forma mayoritaria en los meses de verano.

Poco tiempo

Pero la previsión de este colectivo es que el 40% de las empresas no promuevan ningún campamento por falta de tiempo para adaptarse a los requerimientos y la ausencia de unos protocolos claros. Hasta hace tres semanas no se les incluyó en la fase 3 y son las comunidades autónomas las que deben elaborar las guías sanitarias para su puesta en funcionamiento. En Extremadura se ha publicado esta semana, aunque algunas empresas optaron por anticiparse rediseñando el formato de las actividades con las tres premisas de distancia social, higiene y mascarilla.

«Los papás necesitan que sus hijos socialicen, y muchos niños también lo necesitan, porque en estos meses muchos han tenido retrocesos», reconoce Cristina Jarones, de Papirola, especializada en el ocio infantil. Lo normal es que ellos empiecen a trabajar en los campamentos de verano en el mes de febrero. Ahí empiezan a recibir las primeras solicitudes a medida que los padres van planificando cuando tendrán las vacaciones. «Los campamentos son una herramienta de ocio, pero también de conciliación», recuerda.

Dudas

La situación de este año les deja muchas dudas. Por un lado, «muchas familias atraviesan una situación económica complicada, están en ERTES y no pueden pagar un campamento» y por otro lado «también está el miedo de las familias a actividades con más niños que puedan suponer un riesgo», asume. Muchas familias les pedían certezas que no han tenido hasta hace una semana y ante la incertidumbre bastantes inscripciones que había en marzo, se fueron cayendo.

Aún así, Papirola ha optado por mantener la programación de actividades aunque la irán adaptando a la demanda. De momento, mantienen el campamento urbano del colegio Giner de los Ríos y las actividades de ocio previstas en su nuevo local de Camino LLano en Cáceres, aunque no empezarán hasta julio, cuando normalmente iniciaban ya esta semana la actividad, justo al terminar los colegios. También mantienen los campamentos de julio y agosto en Cuacos de Yuste y Pasarón de la Vera. «La necesidad existe, solo se tiene que ir quitando el miedo», insiste.

La iniciativa pública se va abriendo con cuentagotas aún y en Pebetero han optado por programar en cuestión de días un mínimo de actividades para afrontar el verano. Mantendrán un campus urbano en el Norba Golf y dos turnos de sus campamento de multiaventuras y las inmersiones lingüísticas, con distintos espacios, limitación de aforo y cambios en la programación ordinaria para adaptarse a la nueva situación y las condiciones recogidas en las guías de Sanidad. Pero todo se ha retrasado hasta la segunda quincena de julio.

SIN SALIR / «Hemos optado por espacios con piscina para poder llevar a cabo todas las actividades sin salir del recinto», explica Frutos. Trabajarán en El Salugral (Hervás) y en Jarandilla de la Vera; con habitaciones dobles pero que tendrán uso individual y baño propio, y suprimiendo actividades de contacto, las excursiones a las piscinas naturales que solían hacer y tareas colaborativas en las que participaban los chicos en el campamento, como recoger las mesas después de comer. «La nueva situación requiere que lo haga personal formado con las medidas de protección adecuadas», sostiene el empresario. Esta semana los técnicos estaban analizando todas las medidas que ya se han publicado en el DOE por si había que hacer algún cambio más.

En la asociación Nutria llegaron a barajar no hacer nada este verano y ahora tienen lista de espera, según cuenta Luis Cordero, director de uno de los tres campamentos de este verano. Está al frente del que arranca en la primera quincena de julio en Hernán Pérez. La segunda se destinará a desinfectar las instalaciones y habrá otros dos en agosto, con varios días entre uno y otro para hacer una nueva desinfección del recinto.

La semana pasada apuraban los cambios y los protocolos que han hecho llegar a las familias «para que conozcan las medidas que estamos poniendo en marcha y para que asuman también su parte de responsabilidad», apunta. Entre las recomendaciones que les indican, que los niños no participen en actividades colectivas en esta semana previa al campamento.

Junto a eso, asume que los campamentos no podrán ser como antes, al menos en este verano. «La filosofía de los campamentos es que los niños compartan. Pero ahora tenemos que ir a todo lo contrario, nada de compartir, lo de cada niño es suyo», reconoce Cordero. «Tenemos que trabajar la solidaridad de otro modo y enseñarles también a afrontar esta nueva situación», apunta. Por eso, entre los cambios que han planteado para las actividades de este año está que conozcan sus cuerpos y los síntomas. Además se han equipado con mascarillas, geles y termómetros y planificarán las actividades en pequeños grupos.

«No podemos trabajar como antes, con grandes grupos, la idea es trabajar de forma individual cada monitor con los niños a su cargo, tanto en los juegos como para bañarse en el río o en la piscina. Vamos al modelo de mamá pata con sus patitos», reconoce. Además tampoco se verá en sus campamentos la estampa típica de los padres despidiendo al autobús en el que los niños emprenden su aventura de verano. «Los padres tendrán que ir a llevar a los niños hasta la puerta del recinto en el que se va a desarrollar el campamento. Pero no podrán entrar», recuerda Cordero.