El verano es una fecha deseada por todos. Los meses estivales se convierten para muchos en una época dorada para el descanso y la desconexión y para los más pequeños no es diferente. En el país, cuatro millones de jóvenes aprovechan los meses de julio y agosto para realizar actividades que por tiempo o por otras circunstancias no les permite el resto del año. Entre ellas, los campamentos se convierten en una herramienta para que se relacionen con otros niños al margen de sus círculos habituales y se desenvuelvan en otros entornos. También para ellos supone un periodo de desconexión de los núcleos familiares para que ganen autonomía. Pero la realidad es que como ha ocurrido en otros sectores, la crisis sanitaria deja en la cuerda floja a las colonias de verano. De hecho, algunas comunidades del país ya han querido anticiparse a la situación y entidades y administraciones ya han anunciado que este año no se celebrarán como medida preventiva para prevenir contagios.

En el caso de Extremadura, de momento, tanto las familias como las empresas organizadoras se mantienen por el momento en la incertidumbre sobre cómo evolucionará la pandemia y si finalmente podrán llevarse a cabo este año con todas las garantías sanitarias. «Estamos expectantes», sostiene Juan Luis Frutos, responsable de Pebetero, una empresa que organiza campamentos urbanos y rurales en Extremadura. En declaraciones a este diario, el empresario argumenta que hasta el momento no se ha recibido ninguna directriz de la administración. «Sabemos que algo va a salir pero hasta que no se sepan las condiciones sanitarias y ratios no podemos sacar una oferta», pone de relieve.

Precisamente esta semana, el colectivo Campamentos de Verano, que suma 500 socios, ha presentado una propuesta de protocolo para defender ante la administración que puedan realizarse con garantías. Entre las medidas que plantean se encuentra una declaración responsable de las familias para garantizar que los niños no hayan sufrido síntomas compatibles con el virus 14 días antes o el refuerzo en la higiene tanto de los asistentes y los monitores como de las instalaciones.

Sobre las medidas de protección Frutos incide en que «si hasta ahora la limpieza la pueden hacer los chicos en el día a día, ahora tendrá que estar el servicio de limpieza permanentemente y en el caso de las literas, por el distanciamiento en una instalación de seis ahora podrá haber tres, también habrá que ver qué tipo de actividades se pueden realizar para salvaguardar esas distancias y si tiene que haber un sanitario las 24 horas, todo eso supondrá una variación económica».

La movilidad también será un factor clave. En esa línea, expone que la desigual evolución por fases de las comunidades será determinante debido a que, en su caso, gran parte de los jóvenes que acuden a sus campamentos en Extremadura proceden de Madrid, una de las comunidades más afectadas por la pandemia. «Traemos a chavales de fuera, al de Castilblanco vienen de Leganés y al de Carrascalejo de Arganzuela».

A estas cuestiones añade Frutos la «barrera del miedo» por parte de las familias a la hora de mandar a sus hijos a un campamento. «Es verdad que habrá menos demanda pero hay muchas familias que lo necesitan como herramienta para conciliar», defiende. En cualquier caso y aunque insta a una respuesta sin demora por parte de las administraciones, añade que la apuesta de este año ya irá enfocada en su mayoría al mes de agosto y confía en que con el avance de los meses «se normalice la situación». «Nosotros estamos preparados».