La ciencia española lanza un mensaje de socorro. El dinero no llega. Los investigadores trabajan en un entorno hipercompetitivo sostenido sobre condiciones precarias. Y el futuro, se convierte en algo incierto. Tanto para las personas que dedican su vida a la ciencia como para las investigaciones en sí. "En esta crisis del covid-19 hemos visto el potencial de la ciencia para salvar vidas. Y ni aún así se ha hecho una inversión significativa en el sector", explica Pablo Giménez Gómez, investigador predoctoral y portavoz de la Federación de Jóvenes Investigadoras Precarias (FJI). "Los científicos españoles en busca de una vacuna están enlazando trabajos poco más de mileuristas enlazando contratos año a año. Hemos empezado una carrera que no va hacia ninguna meta. No se está trabajando con condiciones dignas. Ni con las infraestructuras suficientes", esgrime.

La indignación de los científicos por la precariedad de su sector se manifiesta este miércoles bajo el lema #sinciencianohayfuturo. Porque ni los 30 millones extra invertidos en proyectos covid-19 han logrado sanear los laboratorios. Porque los 380 millones del plan nacional, que equivalen a la inversión para 14 km de AVE o al presupuesto de algunos equipos de futbol, tampoco llegan para mucho. Porque el problema, explican los investigadores, es de largo alcance. "España se ha quedado fuera de la alianza europea para la fabricación de la futura vacuna contra el coronavirus. Y no porque no tenga investigaciones válidas. Sinó porque no tiene las infraestructuras. Esto demuestra, una vez más, que sin recursos no vamos a ningún lado", relata Elena Gómez-Díaz, investigadora en el Instituto de parasitología y biomedicina López-Neyra (IPBLN-CSIC).

CRISIS ESTRUCTURAL

Esta crisis viene de lejos. Allá por el año 2012, los periodistas científicos Antonio Martínez Ron y Javier Peláez iniciaron una campaña para visibilizar las consecuencias de la precariedad en I+D. Ocho años después, el malestar ha crecido y las reivindicaciones siguen siendo esencialmente las mismas. La investigadora María Luz Montesinos, con "toda una vida dedicada a la ciencia", explica de primera mano las consecuencias de una crisis estructural. "Yo lidero un grupo de investigación pequeño. Investigo. Doy clases en la universidad. Dirijo el trabajo de estudiantes. Publico todo lo que puedo. Me paso la vida buscando convocatorias para encontrar fondos. Y sé que esto no siempre es suficiente. Hay tanta competencia para tan pocos fondos que muchas veces recibes una evaluación diciendo que tu trabajo es bueno pero que no hay dinero", relata. "Trabajas sabiendo que no hay ningún plan a largo plazo. Por eso hay mucha gente jóven y brillante que se va. Porque la opción es quedarse y no ganar un duro", añade.

La carrera de los jóvenes investigadores, de hecho, se construye sobre un mar de dudas. Clara García, ex-investigadora ahora dedicada a la divulgación, explica que son muchos los doctorandos que empiezan su carrera trabajando gratis. Siempre con la esperanza de que, en algún momento, los laboratorios reciban una inyección de fondos. "Desgraciadamente, lo normal es no conseguir estabilidad laboral hasta los 40 años. Esto afecta a los científicos. Pero también a su trabajo, porque así es inviable plantear proyectos a largo plazo", explica García.