En el año del 250 aniversario del circo moderno, el 'Nevada', originario de Extremadura, llegó a Monforte de Lemos (Lugo) el pasado día 10 de este mes, pero una bofetada de realidad impidió su espectáculo. Se decretó el estado de alarma y se quedaron en el campo de O Baldomero. Son catorce personas, entre ellas tres menores, de 5, 9 y 15 años.

Esta gran familia circense se encontraba de gira por suelo gallego cuando, en la parada monfortina, se topó con las medidas de aislamiento social que comenzaron a manejar las autoridades competentes para frenar con su aplicación el contagio del covid-19.

¿Qué hacer?, se preguntaron entonces. Pues no en vano para llegar a ese emplazamiento con sus vehículos y montar la carpa habían invertido una gran cantidad de dinero que ya no podrían recuperar.

"El martes pasado alcanzamos la meta y el jueves vino el Ayuntamiento a decirnos que no podíamos hacer el show", cuenta a Efe la directora del Gran Circo Nevada, María Luisa Moreno, que recuerda con angustia: "¡Estaba todo montado!"

La falta de recursos es precisamente el motivo que les impide volver a casa y, así las cosas, afrontan el día a día en ese terreno monfortino en el que han aparcado sus camiones y caravanas; en el que han aposentado también sus trampolines, trapecios, cilindros y demás artilugios.

"Por la desgracia de lo que ha pasado, aquí nos encontramos varados, como si fuera un barco a la deriva", sostiene Moreno, sin ocultar su desconsuelo, mayor si cabe entre aquellos acostumbrados a "dar alegría" y que, por carambolas de la vida, ahora portan una estampa de "tristeza".

No del todo. Porque no están solos ante este golpe, dado que la solidaridad del municipio que los acoge está siendo enorme, contado esto por ellos mismos. Vecinos, asociaciones, tiendas y supermercados han decidido desde el minuto uno que a estos extremeños no les falte de nada.

"Huevos, leche, nos han traído aceite... Increíble cómo se está portando el pueblo con nosotros", explica una emocionada María Luisa al tiempo que, con sus manos, muestra varios alimentos extraídos de grandes cajas y bolsas apoyadas sobre su trampolín.

Han de permanecer allí con sus caravanas, en ese solar, con este conforto pues, según las cuentas de Yasmina, la hija de María Luisa, mover el convoy es imposible.

En los 55 kilómetros que han hecho para llegar a Monforte desde el ayuntamiento lucense de Monterroso en el que sí completaron su última función, se han gastado cuatrocientos euros solamente en combustible y, eso, "echando lo mínimo".

"La gente en general no sabe el gasto que conlleva un circo", argumenta esta trapecista, que detalla que, al citado importe, hay que sumarle las tasas de ayuntamientos y unos "doscientos y pico euros" de carteles y folletos para que pequeños y mayores conociesen la cita a la que no han podido acudir.

Esta gran familia, que aparte de niños, cuenta también con una integrante de 96 años y con diferentes mascotas personales como perros y pájaros, pide "ayuda del Estado".

"Si dicen que ayudan a las familias sin recursos, pues nosotros somos una de tantas que por desgracia va a haber ahora en el país", se lamenta Yasmina.

"Nuestro medio de trabajo es el circo y al paralizar los espectáculos no viene público; al no venir público, no hay ingresos. Entonces, claro, ¡es nuestro medio de vida!", reflexiona Yasmina mientras, exasperada, se encoge de hombros.

El regreso a tierras extremeñas no es lo único que les inquieta. También el futuro en su negocio, al que afecta, como a muchos, la crisis sanitaria.

"¡Qué difícil va a ser volver a empezar y que la gente pierda el miedo a las aglomeraciones!", opinan, en una sola voz.

E interviene Javier Segura, marido de María Luisa y copropietario: "Mientras vayamos comiendo, iremos hacia adelante".