Ni borrascas ni temporales ni olas de calor vencieron jamás a la Virgen de la Montaña que desde 1945 protagoniza la Procesión de Bajada. Sin embargo, el covid-19, un virus que no entiende ni de fe ni religiones, ha hecho que por primera vez en la historia, la patrona permanezca en su santuario, cerrado a cal y canto, y no cumpla con una tradición que anualmente reúne a cientos de cacereños en Fuente Concejo.

La patrona, una imagen a la que Cáceres rinde culto desde el siglo XVI, no protagonizará hoy el tradicional desfile, declarado Fiesta de Interés Turístico Regional. La cofradía recordó esta situación de crisis sanitaria que ha obligado a posponer la cita al mes de octubre. Ayer mismo, la camarera de ornato, Pilar Campos, expresaba el sentimiento que inunda la ciudad: «Me parece estar viviendo una pesadilla. ¡Qué pena mi Virgencita, no poder verla!», decía Pilar, separada de sus tres hijos en estos terribles momentos. «Me falta algo; así que le he puesto un altar particular con una imagen muy bonita que me regaló Pilar Murillo y que era de su padre. Le rezaré la novena».

Precisamente, Pilar Murillo, camarera de la Virgen, contestaba al teléfono desde su casa en San Pedro de Alcántara, donde permanece confinada y con la incertidumbre de un sobrino ingresado en una Uci de Salamanca a causa del coronavirus. Camarera desde hace ya 24 años, la última vez que vio a la Virgen fue antes de que se decretara el estado de alarma, cuando la vistió con un manto de cuaresma gris con el que aún luce en un camarín también amordazado.

La Procesión de Bajada es una costumbre que se repite desde el 3 de mayo de 1641, fecha en la que la talla bajó por primera vez desde su santuario ante las peticiones del vecindario en un año de grandes sequías. En 1928 se aprobó que la Virgen lo hiciera cada cuatro años y en 1945 se oficializó el desfile anual; con él arrancaba el novenario que finalizaba el domingo de mayo coincidiendo con el Día de la Madre. Antes de esta fecha se trasladaba solo a propuesta del ayuntamiento, del pueblo normalmente, y alguna vez por la junta directiva de la cofradía, siempre por alguna desgracia o una plaga.

Pero Cáceres no vivirá esta tarde el cortejo, que entraña un gran trabajo y buena parte de su responsabilidad recae en el vocal de gobierno, Alberto Gómez-Saucedo Márquez, que ayer igualmente se lamentaba. Ni él ni la junta de gobierno mantendrán a las dos del mediodía su reunión para ultimar los detalles de la procesión, ni degustarán los tradicionales huevos fritos con patatas y chorizo en el restaurante del santuario, que cuenta con Joaquín como abastecedor y que también está cerrado. Eso sí, al menos harán ese almuerzo desde sus casas y comunicados de modo virtual.

El inicio

A las cinco, seguro que el hermano mayor, Isidro Morales Camacho, recordará que hubiera estado organizando los cuatro turnos de carga de 30 hermanos que conforman los 120 que portan a la Virgen (todos menores de 65 años). Y es que hoy, en la Sierra de la Mosca no habrá Salve, esa que se reza justo antes de que inicie el camino la imagen, de estilo sevillano hecha en madera de nogal policromada por artista desconocido entre 1620 y 1626, cargada a hombros por los hermanos bajo los sones del Himno de España, sobre sus andas de plata de 1.200 kilos de peso adquiridas en los 60 en un taller sevillano.

Tampoco Pilar Murillo, ayudada por sus colaboradoras, podrá vestirla primorosa con el manto que le regaló la ciudad para las bodas de plata de la coronación canónica en 1949, una prenda magnífica de estilo renacimiento, hecha de tisú de plata fina con oro fino de alto relieve.

La patrona hubiera lucido espléndida. Sobre su sien no mostrará la corona de diario, circular de plata dorada, elaborada con las joyas que sobraron de la comunmente denominada ‘Corona buena’, fabricada en 1924 por el joyero madrileño Félix Granda, de cruces de rubíes, oro, brillantes, zafiros y esmeraldas, cuajada de diamantes, por la que se pagaron 150.000 pesetas.

Ni homenaje en el Amparo, ni parada mirando al hospital para pedir por los enfermos ahora que tanto se necesita la plegaria. No saldrá la muchedumbre a Concejo; ni Caleros, hermana de honor de la cofradía, la cubrirá de alabanzas, aunque en los balcones de la periodista María Hurtado no faltarán los mantones. El coro Alborada del padre Gianni no sonará en el Vaquero, ni en Santiago estarán los scouts Sant Yago, ni la Tuna de Magisterio le cantará ‘Aurora’ ni bailará al ritmo del Redoble en la plaza del Duque.

Tampoco el Coro Rociero ni la Banda Municipal le dedicarán ‘Triana de Esperanza’ a su entrada en Santa María, ahora encarcelada entre barrotes mientras Cáceres mira al santuario de la Montaña en busca del ‘ora pronobis’.

Cientos de cacereños esperan cada año con fervor y devoción la llegada a Cáceres de Nuestra Señora la Virgen de la Montaña en Fuente Concejo. Es uno de los momentos más especiales de la Procesión de Bajada.

Los vecinos de la calle Caleros, hermana de honor de la cofradía, encalan las fachadas y en los balcones no faltan los mantones, como en este de la periodista Maria Hurtado, que posa junto a sus hijos Nacho, Guillermo y Tomás.

Desde hace 28 años la Tuna de Magisterio de Cáceres recibe a la Virgen de la Montaña en la plaza del Duque. Ese día más de 50 tunos le cantan ‘Aurora’ y la hacen bailar al ritmo de la jota del Redoble.