Extremadura (región fronteriza española): 2.881 infectados, 359 muertos. Alentejo (región fronteriza portuguesa): 156 infectados, cero muertos. El coronavirus pasa casi inadvertido al otro lado de la raya. Si Portugal está marcando uno de los registros más bajos de covid-19 de toda la Unión Europea, con 18.841 positivos y 629 muertos, su región fronteriza alentejana lo deja en niveles casi testimoniales. Ello hace preguntarse a todo el mundo qué está ocurriendo, qué extraña razón existe para que este virus mortal se lleve por delante a más de 350 extremeños en apenas un mes y unos pocos kilómetros más al oeste absolutamente a nadie.

El Alentejo tiene 31.551 km² y 759.000 habitantes. Extremadura cuenta con 41.634 Km² y 1.065.000 habitantes. La región lusitana posee menor extensión y menor población, pero sus particularidades demográficas son muy similares a las extremeñas en cuanto a dispersión geografica y envejecimiento poblacional. Sin embargo, allí el virus no actúa con la misma virulencia ni deja tras de sí decesos por doquier entre mayores y ancianos.

João Alves, periodista y director del periódico Linhas de Elvas, explica que hay una razón de base para evitar los contagios masivos y consiste en que ha habido muchos menos contactos entre la población. «Al ser una zona menos desarrollada y haber menos empresas, hay menos movimientos y eso nos protege». Además, añade, «la idiosincrasia de los portugueses es diferente a la de los españoles: nos movemos menos y somos más disciplinados», sentencia.

En Elvas, ciudad donde reside y trabaja João Alves, apenas se han detectado 4 casos y eso que se trata de una población pegada a Badajoz. «Aquí en el Alentejo, en invierno, no se sale; estamos en casa, si acaso los hombres al bar por las tardes un rato algún día, pero si se decreta un periodo de alarma y de confinamiento a nadie se le ocurre saltárselo». Prueba de ello es que en todo Portugal ha habido 84 detenidos, solo en Extremadura 104.

VACUNA BCG

Existe un estudio científico que señala una posible correlación entre la vacunación obligatoria de la tuberculosis, la llamada Bacillus Calmette-Guerin (BCG), y el impacto del covid-19 en la población. En Portugal esta vacuna estaba incluida en el calendario vacunal hasta hace 2 años desde los años 50 y ha habido informes médicos de que la misma puede producir una amplia protección contra las infecciones respiratorias. «En el país ha sido un tema muy recurrente en todos los medios de comunicación, que esta vieja vacuna obligatoria nos estaba librando del virus», dice João Alves, quien añade que «nada es descartable» porque muy poco se sabe de este virus tan nuevo.

REACCIÓN RÁPIDA

Lo cierto es que Portugal reaccionó muy rápido ante la pandemia. Aunque hay que aclarar que fue el país que más tarde detectó su primer caso en Europa occidental (fue un ciudadano de Oporto que dio positivo el 2 de marzo después de un viaje al norte de Italia), lo cierto es que las medidas de contención se arbitraron de inmediato.

El Gobierno de Antonio Costa, alertado por la situación del coronavirus en Italia primero y en España después, fue consciente de la gravedad de lo que le venía encima y tomó medidas drásticas desde el primer momento. El 13 de marzo, con tan solo 112 contagios registrados y todavía ningún fallecido, declaró el estado de alerta y cerró los colegios, las universidades, los bares y las discotecas. En los centros comerciales y los restaurantes se limitó el aforo, pero poco después se decretó también el cierre total.

Días más tarde se limitó el tráfico rodado con España, pero los contagios experimentaron un alza muy alta en muy corto espacio de tiempo y Costa decretó el estado de emergencia. Fue el 18 de marzo, solo 5 días después. Ello conllevó el cierre definitivo de todos los comercios considerados no esenciales y el confinamiento de todo el país. Solo se permiten desplazamientos por motivos de fuerza mayor, lo que se traduce en salir a comprar artículos de primera necesidad, ir a trabajar, al banco o pasear la mascotas.

El 28 de marzo estas medidas fueron aún más lejos y se protegió a los inmigrantes, legalizando a todos aquellos que hubieran solicitado el permiso de residencia del país.

Las autoridades sanitarias portuguesas siguen apostando por el aislamiento, así como por la realización de test masivos para frenar la propagación del virus (han hecho ya más de 120.000). Aunque se aduce que la propagación se ralentiza, Antonio Costa -que cuenta con el apoyo de la oposición (en Portugal sí)- sigue pidiendo un esfuerzo extra a la población.

«Se hará sin problemas», dice el periodista João Alves. «Aquí la gente lo respeta». «Estamos limitados por una sola frontera y el Atlántico, somos pocos y en el Alentejo aún menos y muy dispersos. Para algo tenía que servir, aunque ya veremos».

Cierre de fronteras con España hasta el 15 de mayo

El Gobierno portugués ha decidido prolongar hasta el 15 de mayo los controles fronterizos con España, reinstalados el pasado 15 de marzo inicialmente por un mes, debido a la pandemia del covid-19. Eduardo Cabrita, ministro portugués de Administración Interna, ha explicado en rueda de prensa que el paso de un lado a otro de la frontera seguirá limitado a nueve puntos y cerrado a desplazamientos que no sean transporte de mercancías o de trabajadores trasnacionales. Ello ha provocado algunos trastornos en determinados puntos fronterizos como en Villanueva del Freno. Su alcalde, Ramón Díaz Farias, pidió ayer la reapertura de la frontera con Portugal para los trabajadores españoles y lusos en este punto concreto en conexión con la población lusa de Mourão. Según el alcalde, es mucho el trasiego de trabajadores a ambos lados de la frontera y con el paso por Villanueva cerrado tienen que ir hasta Valencia de Alcántara o Caya, en Badajoz, para poder pasar al país vecino.