«Contentísimo» por la buena evolución del primer paciente que se ha tratado en Extremadura con plasma de un curado de coronavirus y esperanzado con que este tratamiento ayude a superar el covid. Así se muestra José María Brull, el director del Banco de Sangre de Extremadura, el corazón de este nuevo tratamiento con el que hacer frente a la pandemia.

-¿Cuántas donaciones de plasma han recibido hasta la fecha?

-Cuando empezamos teníamos pensado recurrir a la Dirección General de Salud Pública para que nos diera algún listado de personas que ya habían superado el covid-19, pero se fue corriendo la voz y la gente empezó a llamarnos. Va mucho por colectivos de sanitarios, de policías locales, de guardias civiles... que se nos están ofreciendo, con lo cual hasta ahora no hemos tenido que recurrir a ningún tipo de llamamiento. El boca a boca está funcionando. No sé el número exacto, pero tenemos unos cien ofrecimientos de personas curadas que quieren donar.

-¿Haber superado el covid es el único requisito que hay que cumplir para poder donar?

-No. Muchas de las personas que se han ofrecido no pueden donar bien por la edad, porque tenían una enfermedad reciente o alguna patología que les impedía donar plasma. Los requisitos, de entrada, son los mismos que para cualquier donante de sangre aunque hemos rebajado la edad, ahora es de 18 a 60 años. Tener buen estado de salud, sin antecedentes de hepatitis, sífilis, sida, tuberculosis… que no tome medicación antihipertensiva u otra que pueda ser perjudicial para el receptor. Y, en concreto, en este caso se requiere que tenga 2 PCR negativas, la segunda se la podemos hacer aquí antes de la donación, pero ya tiene que venir de casa con una PCR negativa y llevar al menos 14 días sin síntomas de ningún tipo por muy banales que sean.

-¿Hay más pruebas una vez extraído el plasma?

-Tras la donación, el plasma se procesa como en cualquier donación de sangre y además se le hace las pruebas que determinan los anticuerpos anticoronavirus, lo que se llama el IgG y el IgM. Los anticuerpos son las proteínas que un organismo fabrica frente a un determinado agente externo. Hay cinco tipos de esos antígenos y los más importantes son la inmunoglobina M (IgM) y la inmunoglobina G (IgG). La primera, la M, es la de respuesta inmediata, el primer anticuerpo que fabrica pero también es el que se agota más rápidamente. En paralelo el cuerpo comienza a fabricar IgG que tarda más en salir a pelear, pero luego se va a quedar más tiempo. Nosotros hacemos la prueba de ambos anticuerpos frente al coronavirus porque si tiene la IgM positiva y la G negativa entendemos que todavía está peleando y que no ha generado una cantidad de defensas suficientes para que podamos aprovechar el plasma de ese paciente. Esa prueba no la hacemos aquí, la mandamos fuera y cuando tenemos los resultados ponemos ese plasma en circulación.

-¿De cuántas donaciones de plasma disponen ahora?

-A fecha de hoy (por ayer) hemos tenido 15 donaciones, pero no todas han valido. Hemos tenido que desechar algunas porque no tenían un nivel de anticuerpos IgG suficientes.

-¿Cómo es el proceso de extracción? ¿Y dónde se realiza?

-En el hospital San Pedro de Alcántara y en el Universitario de Badajoz porque se hacen por aféresis. Cuando obtenemos un donante normal sacamos una bolsa de sangre entera y lo que hacemos en el banco es fraccionarla para obtener tres productos diferentes: hematíes, plaquetas y plasma. De esta forma obtenemos normalmente alrededor de 250 centímetros cúbicos de plasma que sería una dosis para una persona normal. Pero si lo hacemos por aféresis, se realiza con un aparato que se encarga de fraccionar la sangre y se queda solo con el plasma de la sangre y devuelve al donante los hematíes y las plaquetas que no necesitamos para nada. Al hacerlo así se puede obtener una mayor cantidad de plasma, del orden de 600 centímetros cúbicos, es decir, dos dosis de plasma para transfundir. Ahora mismo tenemos operativas ocho unidades de plasma de las que dos ya hemos distribuido, por lo que tenemos listas para distribuir seis unidades y estamos esperando los resultados de ocho donaciones que serían 16 unidades más. Lo tenemos en nuestro congelador y cuando nos lo piden los compañeros del banco de sangre de cada hospital se la mandamos.

-Dice que cree mucho en este tratamiento, ¿por qué?

-Primero porque llevo peleándome con la sangre desde que empecé mi actividad profesional, me gusta y creo en ello. La filosofía de base es que si un paciente ha creado el suficiente nivel de anticuerpos para defenderse de esta enfermedad y derrotarla, pues vamos a aprovechar estos anticuerpos para ponérselos a una persona que está peleando con el coronavirus. No es una entelequia, el que dona ha vencido la enfermedad. Lo ideal sería poder coger estos anticuerpos, individualizarlos y poner solo los anticuerpos y no el resto de plasma que en un 90% es agua, pero vamos a tardar en llegar a eso porque se necesitarían muchas donaciones y es un proceso técnico más complejo. Mientras llegamos a ese punto, la mejor manera es poner el sitio donde están esos anticuerpos.

-¿El uso de plasma en situaciones de este tipo es habitual?

-No es ninguna novedad. Se probó con la epidemia que hubo en 2002 y 2003 con el primo hermano del coronavirus actual y fue bien. También se probó con el MERS (síndrome de Oriente Medio) de 2012, que también era un coronavirus, y ahora no hay por qué pensar que vaya mal. Creo en ello y además es una terapéutica que está exenta prácticamente de efectos secundarios.

-¿Pero puede tenerlos?

-A ti te hablan de cloroquina o hidroxicloroquina y eso tiene muchos efectos secundarios, esto no porque nosotros ya estamos poniendo plasma, hematíes o plaquetas 80.000 veces al año. Puede tener alguna reacción como un pequeño sarpullido, pero se pasa en 20 minutos con un urbason. Hacemos analíticas importantes a la hora de seleccionar, no admitimos personas transfundidas ni mujeres que han tenido embarazos porque han tenido contacto con sangre extraña y eso podía resultar perjudicial para el receptor. Con una transfusión normal no pasa casi nunca, pero en las circunstancias actuales lo cuidamos mucho. Llevamos 20 años trabajando y no hemos tenido problemas serios.

-El resultado del primer paciente está siendo favorable, pero solo es uno. ¿Cuándo se podrá decir que el tratamiento es eficaz?

-Para hacer una estadística decente se necesitan bastantes casos. Se está haciendo en varias comunidades también, pero con dos casos no se puede decir todavía. Lo podremos demostrar si se utiliza mucho, si es muy esporádico no lo podremos saber. Supongo que cuando pase algo de tiempo veremos los resultados y sacaremos una estadística fiable. Pero no hemos inventado la pólvora, si lo hemos puesto en marcha es porque hay publicaciones recientes en China o en Italia que lo están usando y les está yendo bien. No es la panacea, no significa que el 100% de los pacientes salgan de la UCI bailando sevillanas, pero va bien. Y desde luego lo que más me anima a difundir esta idea y sentirme contento es que los efectos secundarios son prácticamente nulos. Se está poniendo plasma todos los días en todos los hospitales por otras cosas. Es una esperanza para esta enfermedad.

-¿Puede funcionar en todos los pacientes? ¿En qué casos?

-Lo que dicen los chinos, que son los que más han escrito sobre el tema, es que cuando mejor funciona no es los casos ya finales. La enfermedad por coronavirus tiene un índice de mortalidad relativamente bajo y normalmente cuando llega a eso es porque destroza el sistema inmune, lo vuelve loco y empieza a producir cosas que no hacen falta y que terminan perjudicando al propio paciente. Si hemos llegado a este punto es complicado que vaya bien. Es antes de llegar a ese punto cuando parece que mejor funciona el plasma porque atacamos al virus, no al daño que hace el virus. Si el pájaro se ha comido la cosecha ya no la puedes recuperar. Lo que dicen los chinos es que lo ideal es ponerlo en los primeros 14 días del diagnóstico de la enfermedad antes de llegar al punto ese de que el paciente necesita un respirador, una terapéutica muy agresiva de soporte.