Hay que tener una capacidad de empatía mínima para criticar a Díaz Ayuso por llorar en una misa homenaje a los fallecidos. Lo ha escrito el alcalde de Cáceres, Luis Salaya, a propósito de las lágrimas de la presidenta de la Comunidad de Madrid. No ha sido la única, ahí están la consejera de Sanidad, Alba Vergés, el director de Salud de Aragón, Javier Marión, o la de Castilla y León, Verónica Casado.

Desde el primer día en que las cosas se pusieron serias, cuando Salaya convocó a los medios de comunicación en el Paseo de Cánovas y, después, en cada una de sus comparecencias vía streaming, he visto al joven dirigente cacereño apretar la mandíbula mientras habla del número de muertos y de las consecuencias económicas miserables en las que quedará Cáceres después de la pandemia.

Me lo creo. Igual que me creo las lágrimas de todos esos políticos que no pueden contener sus emociones detrás del plasma. Habrá quienes piensan que nos roban, que nos maltratan, que se agarran a la poltrona. A todos esos que hablan de modo despectivo, que escupen por la boca la bilis acumulada sin el más mínimo respeto, les invitaría a que por un minuto dirigieran una ciudad que ve desfilar a ancianos de la Asistida camino del cementerio, que contempla cómo en un solo día más de un centenar de llamadas piden auxilio a nuestros servicios sociales, que burlan el estado de alarma porque no pueden soportar las condiciones de una soledad impuesta por el confinamiento.

Y claro que hay que exigir test, y material, y medidas que inicien una desescalada que debe realizarse cuanto antes y con todas las garantías. Y que se invierta en Sanidad, y sobre todo en científicos y expertos que son los que saben de esto, y que volvamos al trabajo y no alarguemos por más tiempo el infierno.

Pero detesto el ojo por ojo, el diente por diente. Podría exponer aquí mi larga retahíla de ausencias, que en estos días de cárcel y desinfecciones del Ejército me invaden; y que no son distintas al del resto de mis compatriotas. Sin embargo, solo he viajado hasta aquí, un día más, para escribir que estoy convencido de que vamos a salir y decirles que sí, que aún creo en en el llanto, venga de quien venga.