Fue el 10 de marzo cuando Miguel Turégano (30 años) comenzó a notar los primeros síntomas. Es médico de Atención Primaria en el centro de salud de Aldea Moret, en Cáceres, y fue cuando estaba a punto de terminar la guardia de ese día, en el Punto de Atención Continuada (PAC) cuando comenzó el mal cuerpo. Llamó al 112 para informar de su situación, aunque no le hicieron la prueba a pesar de ser sanitario (ese día había atendido a unos 135 pacientes). Le aconsejaron que se aislara en su casa.

A los días llegó la fiebre, la tos y un cansancio extremo, uno de los signos que más le preocupó porque es deportista habitual (ha completado maratones y medias maratones). Su pareja (también se contagió), que es cardióloga de profesión, decidió auscultarle para comprobar que todo estaba bien porque no encontraban explicación a ese cansancio: «No podía estar de pie ni siquiera un minuto». Le aconsejó acudir a Urgencias, donde comprobaron que el virus le había provocado una neumonía y su saturación de oxígeno era muy baja. Nunca notó falta de aire, pero el cansancio que sufría venía derivado de esa saturación insuficiente.

Permaneció una semana ingresado en el hospital San Pedro de Alcántara, en la segunda planta, donde necesitó oxígeno para respirar. Ha sido duro: «Nunca se está preparado para esto, soy una persona joven y sana, nunca piensas que te va a tocar a ti, pero es un virus nuevo, nunca nos hemos enfrentado a nada igual» reconoce. En el hospital estaba aislado en una habitación y le daba vueltas a la cabeza: «Muchas veces pensaba en si iba a poder volver a correr, cuando dependes del oxígeno para respirar todo se hace muy difícil», recuerda. A lo que se suma el estar solo, sin visitas, aislado. «Me ha ayudado mucho el teléfono, varios grupos de amigos me hicieron un video con fotos para darme ánimos, eso te da fuerzas», afirma.

Cuando le estabilizaron le dieron el alta y continuó la cuarentena en casa. Sentía impotencia cada vez que escuchaba los aplausos por la ventana: «Quería curarme cuanto antes para estar con mis compañeros y ayudar en esta situación», asiente. Para aportar su granito de arena decidió, en sus días de aislamiento, unirse a la plataforma ‘Médicos solidarios online coronavirus’, a través de la que atiende a pacientes por correo electrónico o por Facebook. Al día resuelve dudas de una decena de personas, que le hacen todo tipo de consultas. «Ayuda a descargar la atención primaria. No cuesta mucho y es una pequeña contribución que podía hacer desde mi casa», señala.

Hace unos días le dieron la mejor de las noticias: Estaba curado, lo había superado. Y, a pesar de que le recomendaron quedarse unos días más en casa para coger fuerzas, ha decidido incorporarse al trabajo. Comenzó el martes: «Todavía no estoy al 100% pero ya sé que soy negativo y quería recuperar mi vida», dice. En el centro de salud le han recibido con aplausos. Cree que para superarlo se necesita mucho apoyo y pide a la población que continúe haciendo un buen uso de las Urgencias, para evitar saturarlas. «Creo que todo esto está haciendo a la gente recapacitar», añade.

A punto de curarse

A punto de ganar la batalla está también Juli González (71 años), de Arroyo de la Luz, la localidad cacereña más afectada por la pandemia y uno de los principales focos de la región. A ella, a pesar de tener síntomas, nunca llegaron a hacerle el test aunque le aseguraron que estaba contagiada y le aconsejaron aislarse. Tuvo fiebre y una fuerte diarrea. «No tenía fuerzas ni para coger el teléfono», asegura. Su seguimiento se lo hizo un médico amigo del párroco de la localidad porque, tal y como afirma, ni el 112 ni el centro de salud «se preocuparon».

Aún no le han hecho la prueba para comprobar que es negativo pero los síntomas han desaparecido. Aunque, por precaución (aún no sabe si es negativo), todos los miembros de la casa llevan mascarillas. Ahora que ya está mejor y sale de la habitación, intenta evadirse paseando en el patio que tienen en su vivienda. «Pensé que si no me moría del coronavirus me moría por estar encerrada entre estas cuatro paredes», asiente. No lo soportaba.

La que sí lo ha vencido del todo es Leandri Parra (70 años), también de Arroyo de la Luz. Ella ha pasado la enfermedad en casa pero con síntomas que casi prefiere ni recordar. Comenzó a sentirse mal el 9 de marzo. Tenía mal cuerpo y cansancio, pero pensó que su hija le había pegado el constipado. No fue hasta que falleció Claudia P. B., la primera de la localidad, cuando saltaron las alarmas (ella y su marido habían ido también al viaje a Sevilla, donde se contagió la gran mayoría de este municipio). Entonces llamaron al 112 y le hicieron la prueba a ella, a su marido y a su hija. Solo el matrimonio dio positivo. Cada uno se aisló en una habitación e hicieron un grupo de Whatsapp entre los tres para comunicarse.

«Hay que mentalizarse»

Tuvo 39 de fiebre durante diez días, un cansancio enorme y falta de apetito debido, sobre todo, a que perdió el sentido del gusto. «No me podía levantar de la cama, no tenía fuerzas», recuerda. Después comenzó a mejorar e intenta mantenerse entretenida en la habitación. «Gracias a la tablet y al móvil y por la tarde leo un libro», comenta. Además, todas las mañanas hace ejercicio con unas tablas que ve en internet. «Hay que mentalizarse, intento leer cosas que me suban la moral. Me he borrado de los grupos que no hacían más que poner cosas malas y me hundían», dice.

Hace unos días acudieron ella y su marido al centro de salud de Arroyo a hacerse de nuevo el test (fueron en el coche y ni siquiera se bajaron del vehículo, les tomaron las muestras desde su interior). Ambos dieron negativo, pero siguen en cuarentena hasta este sábado, cuando todo habrá terminado. Se emocionó cuando se lo comunicaron. Su consejo para superarlo: Ánimo y paciencia. «Nos ha tocado a nosotros pero el bicho se mata», afirma convencida.