A los pacenses les gusta desayunar en los bares, pero mantener esta costumbre resulta complicado con los establecimientos de hostelería cerrados a cal y canto desde el pasado jueves para tratar de poner freno a la expansión de la covid-19. Para no dejar sin este servicio a cientos de trabajadores y hacer algo de caja estos días, algunos hosteleros de la ciudad han decidido ofrecer desayunos para llevar: Y hay colas.

En el Chozo Extremeño, en el pasaje de la avenida Juan Carlos I con la calle Obispo, ayer, pasadas las diez de la mañana, más de una decena de personas esperaban su turno para llevarse el desayuno a la oficina. El camarero tomaba nota de los pedidos y regresaba después con los cafés en vasos de cartón y las tostadas envueltas en papel de aluminio y en una bolsa de plástico , envoltorio estándar de los desayunos para llevar. Si la elección eran migas, se despachaban en una cajita desechable (similares a la de las hamburguesas), con cuchara incluida. Guadalupe era una de las que hacía cola. Es funcionaria y siempre desayuna fuera de casa. Se ha llevado una cafetera al trabajo, pero no es lo mismo. Ayer se llevó el desayuno para ella y para otras compañeras. «Se agradece que se abra para dar este servicio», valoraba.

El dueño del Chozo Extremeño, Julián Hurtado, empezó a servir desayunos para llevar desde el primer día del cierre. «Tenía claro que en casa no podía estar con los gastos que tenemos, y así al menos está entrando algo de dinero en la caja, aunque sea para pagar la luz, si llega... Pero también lo hago por salud mental». A pesar de la cola frente a su puerta, está despachando un 70% menos (de 150 desayunos diarios ha pasado a servir medio centenar) y los costes se han incrementado por el material para los pedidos. Los precios son los mismos, pero sus tostadas especiales, las que más margen de beneficios le dejan, no tienen salida porque son más engorrosas de comer en la oficina que en la mesa del bar. Pese a que las cuentas no cuadran, seguirá abriendo cada mañana. «Queremos estar con la gente, para que tengan su café caliente y sigan confiando en nosotros», aseguraba.

Esta es la misma vocación con la que Miguel Torres, propietario de La Marina, ha decidido abrir su negocio de nueve a doce de la mañana. «Nos lo han pedido los clientes de todos los días y por eso lo hacemos, porque económicamente no merece la pena», explicaba. En su caso, muchos de los pedidos les llegan por vía telefónica, los preparan y evitan colas. Alonso es uno de sus clientes habituales, trabaja en una obra cercana y acudía cada mañana. «Nos han quitado ese ratito que echábamos aquí, pero por la imprudencia de unos pocos pagamos todos», lamentaba, mientras recogía su café para llevárselo al ‘tajo’. En una jornada habitual antes de la pandemia en La Marina se podía servir hasta 300 desayunos a diario, en la nueva normalidad esa cifra se redujo a la mitad y en la modalidad para llevar el primer día (este lunes) no llegaron a la veintena. Pese a ello, si se prorroga el cierre, Torres mantendrá este servicio por los clientes, los empleados y por el propio bien del local, ya permanecer cerrado pasa factura a las instalaciones, como ya comprobó tras el confinamiento.

A las puertas de la cafetería San Francisco, que regenta Francisco Dios, también había cola, que se mezclaba con la de la churrería contigua. El hostelero reconocía que servir los desayunos para llevar es más engorroso, pero conoce a la mayoría de los clientes y en muchos casos sabe lo que toman, lo que facilita la tarea. Sus ventas se han reducido a casi la mitad, pero «mejor aquí que en casa», decía. El 99% son personas que están trabajando y muy pocos son los que se lo llevan a casa. «Empezamos a las ocho de la mañana y hasta la comida son muchas horas, necesitas tomar algo», decía José María, trabajador de la Administración de Justicia, que recogía su desayuno y el de algún compañero más para llevárselo al despacho, donde solo tienen máquina de café.

Otros, como un grupo de operarios del servicio municipal de Limpieza, la falta de la mesa de un bar la suplían con un banco del paseo de San Francisco. Desde las seis de la mañana en pie, agradecían encontrar en su ruta un establecimiento abierto donde tomar un café caliente con tostadas. Para ellos no es nuevo lo de desayunar en la calle, pues lo tuvieron que hacer durante el confinamiento. «Lo que pasa es que no eran las mismas temperaturas y se aguantaba bastante mejor», aseguraban. En Badajoz se llevan los desayunos y no hay restricciones que puedan con ellos.