Pasan los días. Uno tras otro. Parecen idénticos como aquellos a los que cantaba Morrisey y comparaba con un domingo en bucle. Precisamente a esa canción le recordaba la cuarentena a Fermín Solís. El ilustrador cacereño, tras un año en el que ha girado de galardón y galardón, la crisis sanitaria le ha sorprendido con el encierro más absoluto. Entre las mismas cuatro paredes y la misma ventana.

Fue así como nació, sin pretenderlo, su ‘diario de un cuarenteño en cuarentena’ como excusa para matar el tiempo y mantenerse en forma en el arte del dibujo. Primero fue una viñeta sin pretensiones, al día siguiente otra, hasta que finalmente decidió numerarlas y así, hasta las 65 que conforman su biografía ilustrada de estos dos meses en los que el mundo parece haberse detenido. «Simplemente empecé a hacer dibujos sobre lo que me evocaba alguna situación, algún pensamiento o alguna anécdota, a falta del contacto tenía la necesidad de compartir lo que pensaba», asegura a este rotativo.

El cacereño reconoce que al inicio del confinamiento se vio invadido, como muchos, por la hiperactividad que pareció asolar todos los hogares «Todo el mundo estaba super activo, leía, hacía gimnasia, yo he leido menos que nunca», añade. De este modo, mientras reivindica «el aburrimiento», sostiene que las tiras le han acompañado como terapia. Si apostilla que ha aprovechado estos dos meses para cerrar proyectos que seguían sobre la mesa. «Lo que peor llevé es que se cancelara todo, un viaje a Colombia, el salón del cómic de Barcelona, pero me ha servido para centrarme en lo que tenía pendiente».

Ahora, mientras la normalidad empieza ya a recuperarse del golpe, expondrá a partir de este jueves, 11 de junio, el resultado de su día a día en la sala Belleartes (calle Donoso Cortés), que reabrirá con las medidas de seguridad. Las viñetas, numeradas y firmadas, colgarán en la pared como si de un tendedero se tratase, que por algo nacieron desde la ventana.