Aunque inimaginable hace apenas tres meses, esa nueva normalidad de la que tanto se habla durante estos tiempos de desescalada, parece que ha llegado para quedarse. Poco o nada, tiene que ver el nivel de contagios en pequeños núcleos rurales, con el de las grandes urbes. Monesterio, con tres contagiados y un fallecido, --tres casos importados, uno de ellos del epicentro madrileño de la pandemia--, ha respetado escrupulosamente las normas establecidas por las autoridades en cada fase del largo estado de alarma.

Como en el resto de nuestros pueblos, lo más duro fueron los dos primeros meses de confinamiento domiciliario. Rodeados de centenares de hectáreas de dehesa, --en muchos barrios, a escasos metros del campo--, la ciudadanía transitó con paciencia y estoicismo del movimiento a la quietud. Todo quedó paralizado. “No sé si ha sido más fácil, o más difícil pasar esta terrible cuarentena en el pueblo o en la ciudad”, comentaba un cliente haciendo cola, a las puertas de un comercio de electrodomésticos. Lo que está claro, es que “era necesario el esfuerzo de todos”.

Nueva etapa

El tránsito de la Fase 0, a la Fase 1, y de ésta a la 2, ha aliviado en gran medida la terrible situación de inseguridad de la ciudadanía y abre las puertas a una nueva forma de ver y vivir la vida. También en los pequeños núcleos rurales. Sea lo que sea, que venga después de la pandemia, lo único cierto es que nunca olvidaremos que si hemos llegado a este momento ha sido “gracias a la solidaridad de todos, la de los pequeños pueblos, con la de las grandes ciudades”, explicaba un septuagenario, aliviado por poder volver a compartir un rato de charla en uno de los bancos que jalonan la travesía del Paseo de Extremadura; durante casi dos meses espectro de lo que, paulatinamente comienza a parecerse a lo que fue.

Todos estamos aprendiendo. El ser humano está demostrando tener una especial capacidad de adaptación a los cambios. Sobre todo, cuando las cosas se ponen difíciles. Y es en este momento, cuando todos somos parte de lo que está por llegar. Esta pandemia se ha convertido en un escenario para el aprendizaje, y a buen seguro que servirá para que seamos capaces de priorizar sobre lo verdaderamente importante.

En los pequeños pueblos, al igual que en la ciudad, la vuelta a la nueva normalidad estará marcada por escenarios jamás imaginados. Tan inauditos como la tradición de aliviar las calurosas jornadas estivales tomando el fresco, a la puerta de casa. Desde ahora, con distanciamiento social y mascarillas.