Casi dos meses antes de que se anunciara el primer fallecimiento por Covid-19 en el mundo, el Global Health Security Index, un proyecto de la Universidad John Hopkins y la Nuclear Threat Initiative, analizó la preparación de 195 países para hacer frente a una hipotética epidemia vírica global. Estados Unidos apareció en el primer puesto de la clasificación, como el país mejor capacitado para hacer frente a la enfermedad. Pero de la teoría a la práctica puede mediar un mundo, como ha demostrado la experiencia estadounidense. La primera potencia mundial acaba de superar los 200.000 muertos por Covid-19, uno de cada cinco fallecidos por las complicaciones derivadas del virus en todo el mundo. “El fracaso americano”, titula la revista ‘Time’ en su portada de esta semana, su primera portada negra desde el 11-S.

No hay muchas más palabras para describir el fiasco de la gestión política y sanitaria de la pandemia en EEUU, un país que gasta en Sanidad el doble que sus pares de la OCDE y aun así es incapaz de garantizar el acceso a la salud de todos sus ciudadanos. El virus ha desnudado las vergüenzas de su sistema bizantino de sanidad privada, pero quizás más importantes han sido los intentos permanentes de negar la realidad, principalmente desde la Casa Blanca. De ellos se deriva la lentitud para movilizar los recursos, el desdén hacia las recomendaciones de los científicos o las prisas para reabrir la economía cuando muy pocos estados habían doblegado la curva de contagios, una decisión que quedó a discreción de sus gobernadores. Como país, EEUU nunca llegó a hacerlo. Desde principios de abril raramente ha bajado de los 20.000 nuevos contagios diarios.

Debacle

La prensa, la academia y los laboratorios de ideas no han ocultado el golpe que la debacle representa para el prestigio del país. Más estadounidenses han muerto víctimas del Covid-19 en los últimos ocho meses, que en todos los conflictos librados fuera de sus fronteras desde el inicio de la guerra de Corea en 1950. Pero desde la Casa Blanca nunca ha habido el menor gesto de contrición. Su presidente sigue celebrando la incompetencia como un triunfo rotundo. “Si no hubiéramos hecho nuestro trabajo habrían muerto tres y medio, dos y medio, quizás tres millones de personas”, dijo Donald Trump el viernes. “Hemos hecho un trabajo fenomenal respecto al Covid-19”. En total 6.8 millones de estadounidenses han contraído el Covid-19 desde principios de año.

Tantos meses de propaganda no han bastado para confundir a los estadounidenses. Solo el 39% aprueba su gestión de la pandemia, según una encuesta reciente de Associated Press y el NORC Center. Y el problema es que no hay visos de que la epidemia vaya a mejorar substancialmente. Tras la trayectoria descendiente adoptada por la curva durante buena parte del verano, vuelve a repuntar. En más de la mitad de los estados, están aumentando los contagios diarios. Un total de 27 tienen índices de positividad superiores al 5%. La Organización Mundial de la Salud solo recomienda reabrir la economía cuando menos del 5% de las PCR realizadas dan positivo durante un período de dos semanas. En algunos como Iowa, Wisconsin, Idaho o Kansas el índice es superior al 15%.

En sus inicios la pandemia arraigó principalmente en los estados del noroeste como Nueva York y Nueva Jersey. De allí se extendió al oeste (California, Arizona) y enclaves sureños como Florida a principios de verano y ahora hace estragos en las Grandes Llanuras y el sur del país. Los estados demócratas sufrieron más al principio, ahora son principalmente los republicanos, donde más laxos fueron los confinamientos y las recomendaciones a la población.

La politización de la pandemia ha dejado también muy tocadas a las principales instituciones sanitarias del país. Particularmente los Centros de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC), uno de los más prestigiosos del mundo. Cargos políticos nombrados por Trump, ordenaron descafeinar sus informes y ocultaron información a los estados, según ha revelado la prensa.

Y todavía hoy el CDC sigue dando bandazos que despiertan suspicacias. Después de publicar el viernes que el coronavirus se transmite principalmente por vía aérea a través de pequeñas partículas, semejantes a las de un aerosol, que se quedan en el aire durante largos períodos y pueden viajar más allá de los seis pies (182 centímetros), la información desapareció el lunes de la web del instituto. Sus portavoces afirmaron que la información se publicó “por error” de forma prematura.