Su historia se remonta al pasado 11 de marzo. Fue el día en que Natalia Salomón, 24 años y enfermera de la residencia de ancianos de Arroyo de la Luz, se notó los primeros síntomas. Se fue a trabajar al centro como cada mañana pero a lo largo de la jornada comenzó a notarse algo extraña y se tomó la temperatura. Tenía algo de febrícula, así que decidió marcharse a casa.

Se temía lo peor. Primero porque trabajaba en un geriátrico donde ya se habían dado los primeros contagios. A día de hoy este centro y este municipio son uno de los principales focos del coronavirus en la región. Y segundo porque ella, junto a su madre y su pareja, también había acudido al viaje a Sevilla, donde se contagió el primer caso conocido en el pueblo, la mujer de 59 que además también trabajaba en la residencia y que falleció a los pocos días (tenía patologías previas). Natalia no sabe realmente cuál fue el origen.

Al llegar a su domicilio llamó al 112 y se encerró en la habitación. A los dos días le hicieron la prueba que confirmó sus sospechas: tenía el virus. Poco a poco los síntomas comenzaron a ser más acusados: Perdió por completo el olfato y el gusto. «He estado seis días sin oler nada, tenía todo el día la lejía en la mano y no me olía. Tampoco saboreaba nada, cuando me ponía el plato de comida delante me daban ganas de llorar», recuerda. Y lo peor, el cansancio. «Me pasaba el día dormida y me levantaba más cansada todavía. No tenía fuerzas», explica.

En su familia su caso no fue el único. También se contagiaron su madre, su pareja y su abuelo, que con 89 años vivía en la residencia de ancianos de Arroyo, donde ella trabaja. Antes de que Natalia presentara los primeros síntomas su madre y su novio tenían mucosidad y febrícula, pero nunca pensaron que fuera el virus. Al confirmarse lo suyo también les realizaron el test a ellos dos, con resultado positivo. Han sido dos semanas duras pero el pasado viernes les confirmaron que habían superado la enfermedad, ya no había ni rastro del virus en ninguno de los tres, aunque aún deberán estar 15 días en cuarentena para prevenir.

«Sentía angustia»

Para Natalia lo peor no han sido los síntomas físicos: «Lo peor era la cabeza, tenía una sensación de ansiedad constante por la incertidumbre. Le daba vueltas a que tenía el virus y que no sabía cómo podía actuar en mi cuerpo. Eso, unido a la cantidad de información, a los bulos, a que en la televisión no se habla de otra cosa,… Ha sido un calvario», reconoce. Llegó a sentir falta de aire, pero no por problemas respiratorios, sino provocado por la ansiedad que sufría.

Su historia no termina con la noticia de que le habían ganado la batalla al virus. Sino que, en mitad de esa ‘celebración’ porque habían superado la enfermedad, llegó lo peor: el fallecimiento de su abuelo. Ellos vencieron al virus pero él no lo consiguió. Su abuelo experimentó los primeros síntomas el lunes pasado pero dio negativo en la primera prueba pero, como los sanitarios no estaban seguros de que fuera fiable el resultado, se la repitieron. Y esta vez sí se confirmó.

Enseguida fue traslado al hospital San Pedro de Alcántara, en Cáceres: «Esa noche nos llamaron y nos dijeron que nos esperáramos lo peor. Estaba muy malito», recuerda. No volvieron a saber nada hasta las cuatro de la tarde del día siguiente, cuando se pusieron en contacto con ellos para comunicarles que le habían estabilizado y que lo trasladaban al Virgen de la Montaña.

Entre ese día y el jueves, afirma su nieta, solo recibieron una llamada para informarles de que no respondía a los tratamientos. Y al día siguiente falleció. Se queja de la falta de información: «Sé que es muy difícil para los que están trabajando ahora y que hay mucha saturación, pero necesitamos que nos informen, nosotros no estamos allí, mueren solo», agrega. La funeraria se encargó de todo y les advirtió de que está prohibido velar el cuerpo y de que solo cuatro personas podían asistir al entierro.

Solo pudieron acompañarle tres de sus nietos y su sobrina. Ella y su madre no podían salir de casa porque aún estaban en cuarentena. «Es muy duro no poder darle el último adiós como se merece, cuando él me ha necesitado yo no he estado para cuidarlo», se lamenta. Cree que este virus te machaca psicológicamente: «Hay que tener mucha fortaleza mental porque te cambia la vida», añade. Ella lo ha vencido y volverá a meterse en la boca del lobo. Está deseando que termine su cuarentena para regresar a la residencia y apoyar a sus compañeras: «Me necesitan».