«Rata contagiosa». Con este insulto pintado en el frontal de su vehículo se encontró su coche una ginecóloga de Barcelona que bajó al garaje para coger el turismo y dirigirse a un parto. No es el único caso de insultos y desprecios a los trabajadores de las actividades esenciales (sanitarios, empleados de supermercado, limpiadoras, voluntarios, …) en sus edificios, a los que los vecinos piden a través de notas anónimas colgadas en las zonas comunes que se marchen del bloque mientras dure la pandemia. La policía ya está investigando estos mensajes, que ha calificado como delitos de odio.

Indignados por estas situaciones, una comunidad de Cáceres, del barrio El Junquillo, colgó el pasado miércoles una nota para dejar constancia de que ellos les apoyan. «A nuestros vecinos trabajadores: Soy tu vecino y quiero pedirte, por el bien de todos, que no pierdas el ánimo porque en tus manos están nuestra salud, nuestros alimentos, nuestros mayores,…», comienza la carta que cuelga de la entrada del bloque, junto a los ascensores. «No olvides que para nosotros eres un orgullo, que la mitad de nosotros no tendríamos el valor de hacer lo que tú haces cada día», continúa. Y termina con un enorme gracias y pidiéndoles que «nos avises si podemos ayudarte para hacer más llevadera tu sobrecarga».

A Esther Salas, vecina de este bloque, se le cayeron las lágrimas cuando lo vio al llegar a casa del trabajo a mediodía. Es profesional de la limpieza en una empresa que en estos momentos se encarga de desinfectar residencias de ancianos. Ha estado en las que más contagios acumulan como Arroyo de la Luz o Garrovillas de Alconétar. «Ahora que a los que trabajamos fuera algunos nos consideran un peligro esto es un chute de energía», dice a este diario.

Necesita el apoyo, no solo porque trabaja codo con codo con el virus sino porque se ha visto obligada a separarse de su familia. Tiene un hijo de 15 años diabético al que llevó a casa de unos familiares para prevenir que se contagiara. Lleva ya un mes si verle. «Estoy expuesta al contagio y era la única manera de prevenir que él no se contagie, no quería exponerle, pero es muy duro, no sé cuándo nos volveremos a ver», afirma todavía emocionada a este diario.

Asegura que no les faltan equipos de protección, que consisten en monos, máscaras, gafas, guantes y botas de seguridad. «Estamos muy protegidos pero aun así estamos expuestos al virus», insiste. A pesar de ello dice que no tiene miedo: «Me da respeto el virus pero salgo cada día orgullosa de mi trabajo, ahora se necesita», añade.

La nota no solo va dirigida a ella, sino también al propietario de la multitienda del barrio, que abre cada día (es una zona alejada del centro por lo que su labor es fundamental para el suministro de los alimentos básicos), a otros tres vecinos que trabajan en un supermercado y al empleado de mantenimiento. «Gracias a todos, los que están y los que no. Y recordad que no hay peor enfermedad que no tener corazón», concluye el cartel.