El covid ha dejado a familias rotas, que no olvidarán nunca esta crisis sanitaria, pero también deja historias de superación y esperanza, como la que han vivido Floro Prieto Calle y Leandra Moreno Merchán, marido y mujer y toda su familia. Ellos, con 94 años recién cumplidos él y 89 ella, han pasado por encima del coronavirus y han conseguido reencontrarse.

Porque el confinamiento decretado por el estado de alarma les separó, al encontrarse el 14 de marzo cada uno en una residencia. Según explica una de sus siete hijos, Flor Prieto, en octubre salieron juntos de su pueblo, Piornal, con destino a la residencia Nuestra Señora de la Luz de Malpartida de Plasencia. Ella tiene alzhéimer y él quiso acompañarla. "Tampoco puede estar solo por las noches y no querían quedarse en casa de ningún hijo ni que entrara nadie de fuera en casa", explica Prieto.

Permanecieron juntos desde octubre hasta el 2 de marzo, en que el estado de dependencia de Leandra hizo necesario trasladarla a la residencia de alzhéimer Los Pinos de Plasencia. Entonces tuvieron que separarse. Querían haberse visto, pero "el día 14 cerraron las residencias y no pudieron hacerlo y los hijos tampoco podíamos".

A esa situación de distanciamiento se sumó que Floro dio positivo en covid-19 y tuvo que ser trasladado al hospital Virgen del Puerto, donde permaneció ingresado durante diez días. "Mi padre ha visto la muerte muy cerca y pensó, pensamos todos, que no volverían a verse nunca". Porque además, en la residencia de Leandra aumentaban los casos y temían también que pudiera contagiarse. No obstante, sus hijos están agradecidos porque "han estado muy bien atendidos en las dos residencias y en el hospital el trato ha sido exquisito".

Cuarentena sin abrazos

Floro no llegó a ingresar en la UCI y logró superar el covid. Pero lo que vino después tampoco fue fácil. Porque volvió a su casa de Piornal, pero tuvo que confinarse con su hija pequeña y guardar cuarentena. "Él temía contagiarla, contagiarnos a todos, porque no podíamos abrazarle. Mi hermana lloró mucho, pero al final dio negativo". Llegaron entonces sí los abrazos y besos, aún con la espina clavada de que Leandra seguía en la residencia.

Por eso, cuando se permitió a los familiares sacar de los centros a residentes negativos, no se lo pensaron y llevaron a Leandra a la casa de otra hija en Plasencia. Mientras, Floro se había trasladado también a la capital del Jerte, con Flor. Faltaba el reencuentro, que llegó primero en forma de videollamada, como regalo del 94 cumpleaños de Floro, el pasado 11 de mayo.

Y por fin, el pasado sábado, día 23, se produjo. "Mi padre llegó por detrás, ella se giró, le miró, se sorprendió, pero le reconoció y entonces se besaron y se abrazaron, llorando de contentos, como todos los hijos. Fue un momento muy bonito, muy tierno, se decían te quiero mucho prenda, vida mía. Ya estaban juntos, era lo que queríamos".

A partir de ahora, sus hijas procurarán que se vean con asiduidad y, cuando termine el estado de alarma, la idea es que Leandra vuelva a Los Pinos, donde tiene una plaza pública, porque eso le dará puntos para el traslado a la residencia de su pueblo. Floro volverá a su casa de Piornal y la esperará para poder ir con ella también a la residencia "en su pueblo, con su gente, sus amigos y juntos". Es el final que desea su familia para ellos.

Mientras, se alegran de poder abrazarles a ambos y de que su madre aún les reconozca a todos. "Somos 50 en la familia y estamos apoyando a los dos abuelos cada día con llamadas, dibujos, vídeos…" Pero a pesar de la alegría, Flor lanza un mensaje de cara a la desescalada actual: "como dice mi padre, quien no ha pasado esto, no sabe lo que es, así que, no nos descuidemos, no hay que relajarse porque es muy duro".