En el Consum de Camino Llano las medidas de seguridad se han extremado. En las cajas han colocado unas mamparas, las dependientas no tocan tarjetas y piden el DNI para que se aplique el descuento de rigor a los clientes. Ahora Liberbank ha aumentado de 20 a 50 euros la cantidad máxima que se puede gastar sin tener que teclear el pin.

Cuando al entrar, los clientes se disponen a coger un carro, los trabajadores del supermercado les indican que deben ponerse sobre sus propios guantes otros nuevos. Y cuando la compra se termina, una de las chicas, balleta en mano, desinfecta la cesta.

Por megafonía piden que las compras por la mañana se eviten, que es mejor acudir a primera hora de la tarde. Los cacereños, obedecen, aunque siempre haya excepciones y muchos se agolpen a eso de las dos de la tarde cuando la persiana está a punto de echar el cierre.

Hoy, mientras Ana estaba confinada en casa se ha dado cuenta de que el detergente que su novio compró antes de esta mierda, se estaba agotando. Era un bote de Flota. Ana se puso a mirarlo y le invadió una tristeza infinita. Ni en sus pesadillas más absurdas hubiera podido imaginar que un limpiador de platos le inspiraría algún día un sentimiento tan profundo.

Entonces se acordó de Rubén, de las veces que juntos fregaban los platos, de cómo él, con la Spontex, acariciaba la vajilla y la colocaba ordenadamente en el armario de la cocina después de la cena. Ana se juró a sí misma que a partir de ese momento nunca se desprendería de aquel bote de plástico.

Cuando llegó al Consum lo buscó por todas las estanterías, pero no había Flota. Lloró. Lloró como nunca había llorado antes. Se sentía ridícula llorando por un bote de Flota. En ese momento Rubén escribió: "Oye Ana, ten cuidado que me ha dicho mi padre que la gente se va a toda hostia con San Pedro, el guardián de las puertas del cielo". Rubén trató de quitarle hierro a la cosa con ese mensaje, y Ana le contestó: "Por Dios, vuelve, quiero que vuelvas". Y Rubén le envió esa canción de Sebastián Yatra y Beret que con el título Vuelve dice que el mundo necesita personas que unan, que no se rompan, que floten como un bote de detergente capaz de salvar a una legión de porcelana del naufragio del fregadero.