Netanyahu se anota otra victoria, esta vez en política interior. El Parlamento israelí ha aprobado la propuesta del primer ministro para limitar las protestas durante el confinamiento. Según esta nueva medida restrictiva, los manifestantes no pueden desplazarse a más de un kilómetro de sus hogares y podrán protestar en grupos con un máximo de 20 participantes. La decisión viene acompañada de mucha polémica por ser vista como una artimaña del mandatario para prohibir las opiniones contrarias a su gestión de la pandemia. Varios expertos han advertido del riesgo que supone para la libertad de expresión y la sociedad democrática.

No ha sido hasta las cuatro y media de la madrugada cuando se ha sabido el resultado del debate en la Knesset, el Parlamento israelí. Con 46 votos a favor y 38 en contra, los manifestantes que llevaban toda la noche protestando a las puertas de la institución en Jerusalén han lamentado la aplicación de una ley que les prohibía precisamente lo que llevan cuatro meses haciendo. La legislación da al Gobierno poderes para declarar una "emergencia especial causada por la pandemia del coronavirus". Después de declarar un segundo confinamiento el pasado 18 de septiembre, Israel cuenta con 234.060 infectados y 1.516 muertes por covid-19.

"Un gobierno que busca un poder desenfrenado, como el Gobierno israelí, podría utilizar una situación de emergencia para socavar la base de los derechos sobre los que se asienta la democracia y de la que deriva su vitalidad", ha constatado el analista Mordechai Kremnitzer en 'Haaretz'. Algunos miembros de la coalición Azul y Blanco, que apoyan al derechista Likud de Netanyahu, han roto con la disciplina de partido y han votado contra la propuesta. "¿Cuál es el siguiente paso? ¿Prohibir al líder de la oposición dirigirse al Parlamento?", ha tuiteado Yair Lapid, quien encabeza la oposición en la legislatura.

RECHAZO A LA DEMOCRACIA

Las críticas contra un "gobierno que ha rechazado la democracia", según Kremnitzer, han llegado desde diferentes frentes. "Nos están negando el derecho a protestar por razones políticas, no por razones de salud y es increíble; sentimos una frustración que va más allá de las palabras", ha dicho Efrat Ben Barak, de 40 años, a las puertas de la Knesset donde fueron detenidos tres manifestantes. Entre ellos hay una sensación generalizada de orfandad, ya que hasta ahora las propuestas restrictivas de la libertad solo venían del Gobierno conservador de Bibi pero con este nuevo revés, se sienten abandonados por sus representantes en el parlamento.

Cuando las cifras de contagios llegaron a los 7.000 diarios, el Ejecutivo israelí decidió decretar un nuevo confinamiento en pleno mes de importantes festividades judías. La nueva situación desató la oposición de la clase media laica, que lleva cuatro meses en las calles exigiendo la dimisión de Netanyahu por sus casos de corrupción y su pésima gestión de la pandemia. Alegan que las manifestaciones en Estados Unidos de Black Lives Matter han demostrado que no suele ser en estas concentraciones reivindicativas donde hay mayor número de contagios por ser en espacios exteriores.

DESOBEDIENCIA ULTRAORTODOXA

"El derecho a protestar y manifestarse se vuelve aún más importante en ese momento, porque defiende todos los demás derechos", ha reivindicado Kremnitzer en 'Haaretz', "esta importancia aumenta cuando el poder ejecutivo está encabezado por un presunto delincuente, con una banda de simpatizantes embelesados a su lado que están decididos a evitar su juicio, incluso si eso significa destruir el Estado de derecho del país". El analista de origen alemán ha insistido en la importancia del derecho a protestar como "piedra angular de la democracia", sobretodo "durante una crisis existencial (para el régimen), de salud y económica".

A su vez, al imponer un nuevo confinamiento la comunidad ultraortodoxa manifestó su descontento. Aunque su subversión a las precauciones contra el coronavirus la han convertido en uno de los focos más problemáticos de la pandemia, sino el principal, Bibi no puede poner en peligro su alianza política con ellos. En ciertas franjas de edad, este grupo demográfico representa el 40% de los infectados, pese a ser el 12% de la población. Un sistema de salud erosionado y desmantelado por años de recortes presupuestarios y de personal va de la mano con este idilio político, ya que desde la llegada al poder de Netanyahu en el 2009 ha confiado la cartera de salud a los partidos de la coalición ultraortodoxa.