Antonio Cerro es ahora el único capellán del Hospital Universitario de Badajoz. Antes eran tres a tiempo completo y un padre paúle que los ayudaba un día a la semana. Otro de los capellanes, Javier Aguas, enfermó con coronavirus y, tras un periodo de hospitalización, está recuperándose en su domicilio. Los demás se sometieron a aislamiento preventivo y solo ha vuelto Antonio Cerro. El motivo es que, dada la situación, son considerados posibles vectores que recorren todo el centro hospitalario, aunque las precauciones son extremas.

En las actuales circunstancias, no atienden directamente a los pacientes contagiados. Es así porque acceder a los espacios donde se encuentran estos enfermos significa tener que utilizar unos pocos minutos un material de protección que es tan necesario para enfermeros y médicos. «Yo no estoy entrando en ningún área de covid, desde la puerta doy la bendición papal y la absolución para aquellos que la quieran recibir». Tal es así, que cuenta que estaba ingresado un paciente que estudió con él la carrera y lo llamó para pedirle la unción y la comunión. Lo que pudo ofrecerle, como a los demás, fue decirle la hora a la que estaría en la puerta del pasillo desde donde daría la absolución y la comunión espiritual, que ha otorgado la penitenciaría del Vaticano por concesión del Papa «y va a estar igual de auxiliado que si estuviera presente».

Cerro señala que en Madrid los sacerdotes sí están entrando porque «el gran problema» que existe allí es que «la gente se está muriendo sola» y se están haciendo turnos de dos capellanes cada cuatro días y cada día se viste uno y visita a los pacientes. «Pero la situación de Madrid no es la nuestra». En Badajoz, el capellán se queda en la puerta del pasillo por fuera cuando sabe que hay pacientes que solicitan que vaya, llama a la supervisora por el timbre y ya están avisados de su presencia. «Esto es una guerra y hay que recurrir a circunstancias excepcionales que además el Papa ha autorizado», describe.

TESORO / A diferencia de lo que sucede en Madrid, Cerro manifiesta que en el Universitario los pacientes no están solos. Sus familiares no pueden verlos, aunque muchos permanecen en el hall porque así creen estar más cerca «y tú sientes su angustia por no poder entrar». Pero los enfermos están acompañados porque «el personal de la tercera y la quinta planta es excepcional, esa es la palabra, el tesoro de la sanidad española son los profesionales, se desviven y siempre con una sonrisa». Además, en Badajoz no se están contabilizando tantos fallecimientos. «Aquí no se está muriendo solo nadie, porque el personal sanitario está volcado», insiste y lo mismo dice de la UCI.

Su principal misión en estos momentos, según señala, es dedicarse al personal sanitario, «porque necesita muchísimo apoyo» ya que la situación que vive no es sencilla. Cuenta este sacerdote que «la capilla es un valle de lágrimas, porque además es muy duro no poder acercarte a la gente, la ves sentada llorando a lágrima tendida y yo les hablo como mínimo a dos metros, te da un dolor no poder abrazar, intentas con las palabras darles cariño y transmitirles paz, pero somos humanos». No lo hace solo para evitar caer enfermo, sino «porque yo no quiero contagiar a nadie». En la capilla entran sobre todo familiares. También personal sanitario que en los cambios de turno lo tiene por costumbre, «aunque sea solo para santiguase antes de ir a cambiarse». «Hay gente -dice- que cuando entra después del turno lo hace llorando por las circunstancias que ha vivido». También está el miedo, por todas partes. Aunque el capellán afirma que él no lo tiene, «porque sé que hay mucha gente rezando por mí, que valora la labor que hacemos en el hospital». A gala lleva la sonrisa que comparte con todo aquel con el que se cruza, que la percibe debajo de la mascarilla, porque sus ojos lo delatan. Su buen carácter le hizo participar en el vídeo de ánimo grabado en Urgencias, al que no faltó «porque hay que estar con la gente, nosotros somos personal del hospital».

Para Antonio Cerro, lo más importante «es que yo soy la presencia de la Iglesia y no hay nadie que no te diga ‘reza por nosotros’, ‘pídele al Señor que nos dé fuerzas’, rara es la persona que no me lo dice, desde limpiadoras, celadores, gente de mantenimiento, lavandería, informáticos, porque el hospital no es solo personal sanitario, hay una parte oculta que está permitiendo que todo funcione». La fe brota en estos momentos. Recuerda que hace unos días un médico le preguntó si tenía medallas de la Milagrosa, «porque la gente es creyente, podrá ir más o menos a misa, pero la fe de cada uno solo Dios la conoce y en estos momentos ¿a quién nos vamos a agarrar si es una locura todo lo que está pasando?.