«Ha sido una mañana complicada, porque la gente tiene que pedir cita para venir y la gente no tiene pos costumbre pedir cita para venir a una ferretería», contaba tras el mostrador y su mascarilla Isabel María Lázaro, que regenta un negocio familiar que lleva medio siglo en la calle Gómez Becerra de Cáceres.

Al final de la mañana habían completado siete ventas, pero solo dos de esos clientes habían llamado antes por teléfono para preguntar si podían ir al local. «A los demás los hemos ido atendiendo de uno en uno y esperaban en la calle, igual que han hecho las tiendas de alimentación hasta ahora», decía. Es la única alternativa que habían encontrado para poder desarrollar con seguridad la actividad, junto con la de obligar a que todos los clientes entren con mascarillas y guantes en el local como medida de protección. «La actividad es muy limitada porque tú no puedes darle muchas opciones al cliente y además tienes a gente esperando. Pero todo lo que sea tener actividad ya nos ayuda, porque eso va a permitir que tengamos algo de negocio», decía. «El cierre total ha sido una ruina para los negocios pequeños», afirma.

En la jornada de reapertura, los clientes preguntaron fundamentalmente por menaje de cocina: «nos han pedido moldes para bizcochos y sartenes, para reponer las que se habían roto durante estas semanas».