Aunque incide en que todavía hay que ser cautos con los pronósticos, Julián Mora ya da por descontado que el impacto socioeconómico de la crisis del covid-19 será «mucho más duro» que el que causó la gran recesión iniciada en el 2008. «Nunca antes ha habido una pandemia que en tres meses haya afectado a 197 de los 199 países del mundo», recuerda.

—¿Qué peculiaridades puede tener el impacto socieconómico de la crisis sanitaria en Extremadura?, ¿será similar que en el resto de España?

--Hay que ser muy precavido con las previsiones, porque todo va a depender muchísimo de la duración del virus, del tiempo que se mantengan las medidas de confinamiento, de cómo nos vayamos reincorporando a la actividad, y de si se van a poner en marcha los test que frenen nuevos brotes. Por un lado, hay aspectos que harán que el impacto en Extremadura sea menor, como el que ya tenemos una estructura demográfica muy envejecida, una población no activa a la que el desempleo no le va a afectar. Aquí el paro es muy estructural, con una tasa del 23,5%, la más alta del país, y hay muy pocos jóvenes, con lo cual, a no ser que retornen los que se han ido en los últimos años, el margen de aumento es menor que en otras regiones. Igualmente, el sector que dentro de España genera mayor PIB y empleo, que es el turismo y que se va a ver muy afectado, en Extremadura tiene la mitad de peso. A la región le ayudará que tiene 90.000 empleados públicos, somos la comunidad con mayor porcentaje de funcionarios y trabajadores adscritos a la Administración. Por ahí nos salvamos, pero el golpe más fuerte va a ser para los 220.000 trabajadores de empresas privadas, sobre todo para los 75.000 que dependen del 90% de microempresas con menos de diez empleos. Sin embargo, aunque el impacto inicial puede ser más suave que en el resto de España, el hecho de tener una estructura económica más débil quizás haga que luego sea la región a la que más le cueste incorporarse. Igual que el virus hace con las personas, que ataca más a las que tienen el sistema inmune más frágil, es probable que también se cebe con las economías más débiles, como la nuestra.

—Y el mayor peso del sector agrario, ¿cómo puede influir?

—La agricultura puede ser una actividad de refugio. Además, independientemente de cómo esté la economía, la población va a seguir necesitando alimentos, por lo que aquí Extremadura puede tener cierta ventaja respecto a otras regiones o incluso en el contexto de la UE.

—Extremadura es una región muy dependiente del Estado, que ahora verá muy mermados sus ingresos...

—Ese puede ser otro problema. Los ingresos del estado se van a reducir. Y si se recauda mucho menos, vamos a tener unos descensos salariales en el sector de la administración importantísimos lo que va a reducir la capacidad de consumo. También los pensionistas nos generan una gran dependencia de los fondos del Estado. Hay que unir 220.000 pensionistas, a 118.000 desempleados, y 90.000 empleados públicos. Toda esa es población que ya dependía antes del coronavirus de transferencias que nos llegan de fuera.

—¿La región necesitaría alguna medida especial?

—Tras el periodo hibernación, de paralización económica y confinamiento social, sería adecuado proponer en Extremadura un plan de implementación socioeconómica en el territorio, pues al igual que los animales, que cuando hibernan suelen perder mucho peso al quemar sus reservas energéticas, el virus nos va a provocar a todos nosotros un efecto similar en disminución de recursos, ahorros y salarios. Y no olvidemos que esta es la región con menos renta per cápita de España. Por ello es obligatorio definir una estrategia detallada y secuenciada para la recuperación rápida, manteniendo la profilaxis obligatoria para evitar recaídas.

—¿El ingreso mínimo vital puede ser ahora la solución?

—Creo que hay que ponerlo durante el tiempo que dure la crisis, no se puede quedar a nadie en la calle. Y que se agilice su percepción, porque si el ingreso mínimo vital va a llegar en el verano, no sé si habrá mucha gente en estos momentos con suficientes recursos en Extremadura para aguantar tanto tiempo. Si se demora mucho y no se da otra solución, puede haber problemas de conflicto social.

—¿Y cómo garantizar la viabilidad del mayor número posible de autónomos y pymes?

—También habría que garantizarles un mínimo de ingresos y, sobre todo, lo que tampoco puede ser es que ellos sigan pagando si no están ingresando, va contra cualquier lógica. O se les compensa con parte de las rentas previstas, quizás el 70% sobre lo que ingresarían en condiciones normales, o lo van a tener muy difícil para que, una vez que finalice la crisis, puedan tener músculo suficiente para salir adelante.

—¿Qué debe tenerse en cuenta a la hora de decidir cuándo se pone fin al confinamiento y cómo se recupera la normalidad económica?

--Estamos en una situación realmente difícil. A mi modo de ver, a cada trabajador que se incorpore nuevamente a la actividad, al menos que se le haga un test fiable que demuestre que no tiene ninguna posibilidad de contagio y se guarden las correspondientes medias de seguridad. Pero mantener a una población completamente confinada durante mucho más tiempo, amputar la economía, al final es otro virus mortal que se retroalimenta del otro. Es algo que hay que hacer poco a poco. En España tenemos la mayor cifra de muertos por millón de habitantes porque no sabemos quiénes son los portadores. Hay que hacer una separación, aquellos que están infectados de los que no.

—¿Por qué a la UE le está costando tanto articular una respuesta común a la pandemia?

—Porque la UE es lo mismo que España pero a otra escala. La UE son 27 países y España son 17 comunidades autónomas. La descoordinación se repite. Si se añade que cada autonomía tiene luego intereses diferentes, el guirigay está servido. Además, hay una diferencia notable entre las naciones del centro y norte de Europa, de ética más luterana, funcionalista y productivista como Holanda, Bélgica, Alemania, frente a la mentalidad más humanista y solidaria de estados del sur como Francia, Italia o España.

—¿Habrá que reformular la UE una vez que pase todo esto?

—Yo creo que sí, o emerge una nueva UE, donde las fronteras prácticamente desaparezcan y haya un gobierno único y todos los estados se comporten como la regiones de un mismo país, o desaparece. Pero independientemente de que podamos criticar determinadas cuestiones, hay que recordar que la situación de los países del sur, o de la propia Extremadura, no podría entenderse en sus niveles actuales de infraestructuras y equipamientos sin los fondos europeos y sin haber pertenecido a la UE.

—¿Cree que hay alguna razón que explique el diferencial de contagios y muertes entre las dos provincias extremeñas?

—Pienso que ha sido más bien fruto de la casualidad. Cáceres y Plasencia han sido las dos áreas de salud más afectadas, pero creo que se debe a que el virus ha penetrado en determinadas residencias de ancianos, que es donde el virus tiene su población diana. Teóricamente la provincia de Badajoz habría sido más proclive a la expansión del virus, porque son menos municipios pero de mayor tamaño y con un mayor nivel de interrelación.

—Ya se habla de que durante varios años se van a tener que establecer medidas de distanciamiento social, ¿lo ve factible en culturas mediterráneas como la española?

—Sí, igual que nos hemos acostumbrado prácticamente sin rechistar al confinamiento porque entendemos que es una medida necesaria. Otra cuestión es cómo nos va a afectar psicológicamente, siendo el nuestro un país tan de abrazos, besos y fiestas, donde en verano todo el mundo se concentra en las plazas y en las playas. Va a ser un cambio psicosocial de estudio.