Unas horas antes de la misa, a media mañana, don Rafael colocaba los carteles explicativos en los que se pide el uso de mascarilla y revisaba que todas las pegatinas de separación de fieles en los bancos estuviesen preparadas. La parroquia almendralejense tiene 100 bancos en los que se pueden sentar hasta cuatro personas en cada uno. Con las medidas de distanciamiento el aforo máximo del templo se reduce a un máximo de 133 creyentes, distribuidos en una suerte de forma triangular para guardar la distancia tanto entre los lados como entre las filas.

“Tenemos 300 mascarillas que ha entregado al Ayuntamiento a las iglesias para repartir y a dos voluntarios que se encargarán de entregarlas y de guiar a los fieles” explica don Rafael. Mientras el sacerdote narra a este periódico los preparativos, en apenas quince minutos de templo abierto, hasta tres creyentes quisieran entrar a orar. “El templo está cerrado, no se puede entrar aún”, le explica el párroco a Manoli, quien le pide ver a “su Virgen de la Soledad”. La mujer entra brevemente para ofrecerles sus respetos a la imagen. “La gente tiene ganas de venir a rezar”, cuenta el cura. Y no le falta razón.

Unas horas más tarde, al repicar de las campanas, la iglesia se va llenando de fieles. A las 20.00 se reza el Rosario y media hora más tarde comienza la Eucaristía. Tal y como explicaba don Rafael a media mañana, las pilas de agua bendita permanecen vacías, las alfombras con productos desinfectantes colocadas y los dos voluntarios o serviciarios, Pepe y Juanjo, dan instrucciones a los fieles que van entrando por las dos de las cuatro puertas del templo que se han abierto. La gran mayoría vienen preparados con sus mascarillas, pero quien no la porta recibe una para colocársela.

Un feligrés mira las indicaciones a la entrada de la Iglesia de la Purificación / EL PERIÓDICO

El confesionario también funciona y varios feligreses aprovechan para expirar sus pecados justo antes de la Eucaristía. Las confesiones a don Juan Francisco, otro sacerdote de la parroquia, deben darse por el lateral, no de frente. El cubículo está protegido por un plástico interno y el sacerdote procede a limpiar la parte externa cada vez que termina una confesión.

Mientras, don Rafael comienza la misa con algunas breves explicaciones para la nueva manera de seguir el rito: “Venimos a tener paz de espíritu y también paz sanitaria. Estas normas están dirigidas a que los fieles no se pongan en riesgo”, dice.

Una de las pilas, sin agua / EL PERIÓDICO

La paz y la Comunión, los momentos claves

Las misas se han reanudado en lunes para hacer más fácil esta transición hacia la Eucaristía sin contacto, argumenta don Rafael, ya que los fines de semana las iglesias se llenan aún de más fieles.

En la Purificación, la paz, uno de los momentos de más contacto entre los fieles, se ha dado tal y como se recomendaba, con una leve inclinación de cabeza. Más confuso fue el momento de la Comunión, en el que el párroco, tras lavarse las manos con gel hidroalcohólico, explicó a sus fieles que iba a ir colocándose en cada una de las filas para que sólo las personas sentadas en ese lado acudieran a recibir el cuerpo de Cristo y evitar cruces, pero no a todos les quedó claro. Sin embargo, don Rafael demostró su guía de buen pastor “sólo los de esta fila”, “por la derecha, por la derecha”, y consiguió el orden.

El párroco también urgió a los feligreses a que saliesen “con tranquilidad” y sin romper la distancia ni formar grupos al final de la misa. Don Rafael también quiso informar de que el templo, que solía recibir numerosas visitas a lo largo del día, permanecerá cerrado salvo cuando tenga lugar algún ritual.

El objetivo es minimizar los riesgos mientras se recupera la normalidad, también en el ámbito religioso. Y poder rezar para que Dios libre a su rebaño de la pandemia. Amén.