¿Qué ha pasado para que en apenas un mes Extremadura, la comunidad menos poblada y más dispersa de España, haya multiplicado por diez sus casos de coronavirus? Más contagios, más fallecidos y cifras récord de hospitalizados han hecho perder el control de la crisis sanitaria en menos de dos semanas. Un problema tan complejo y con tantas facetas como una pandemia histórica no tiene una sola causa, pero el infectólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura (Uex) Agustín Muñoz Sanz apunta a dos claves fundamentales: «algunas decisiones políticas manifiestamente mejorables y el comportamiento en el ámbito privado de ciertos sectores sociales absolutamente irresponsables».

En la misma línea se expresa José Antonio López, virólogo e investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) con raíces extremeñas. Según explica, Extremadura fue una de las comunidades menos afectadas por la primera ola y con la relajación de las medidas el covid ha encontrado ahora «una gran masa poblacional virgen» a la que infectar. A ello se suman unas restricciones demasiado «laxas» y que siempre van por detrás del virus porque se toman cuando los contagios ya están desbocados.

A todo ello hay que añadir además el punto de partida: al contrario de lo que ocurrió en junio, la curva de la segunda ola no se llegó a doblegar y la tercera ha empezado «en una meseta muy elevada y peligrosa». «Hemos sacrificado la seguridad por el placer de unas navidades entrañables y los gobiernos, entre el equilibrio económico, la popularidad y el control de la epidemia, han descuidado lo último», asegura. Y añade: «Por una persona más en una mesa no pasa nada, pero si eso lo multiplicamos por millones, entonces tenemos un problema sanitario».

Una incidencia acumulada de 250 casos por cada cien mil habitantes a 14 días se considera ya alarma roja. «En Nueva York, con una incidencia de 25 o 30, el 3% de positividad en las PCR y menos del 10% de presión hospitalaria, el alcalde ya abogaba por un confinamiento estricto», recuerda López. En Extremadura y el resto de España el umbral para empezar a aplicar las restricciones más severas se fijó en 500 casos por cien mil habitantes y actualmente la tasa de contagios en la región supera los 1.100. El 20% de las pruebas que se realizan da resultado positivo, un indicador más de que la pandemia en Extremadura está «absolutamente descontrolada».

Convivir con el virus

El virólogo señala que la línea que separa el control de la pandemia y su propagación es muy frágil. En Europa, al contrario que en China, hemos optado por convivir con el virus y «vamos por detrás de él». «A mayor incidencia, más restricciones. Y si baja, nos relajamos». A su juicio, esto es un planteamiento erróneo y pone como ejemplo lo que ha ocurrido en las comunidades menos azotadas por la primera ola: Asturias, casi sin casos, se convirtió «en el destino turístico del verano» y fue después la más castigada por el azote del virus. En Extremadura ha ocurrido lo mismo ahora.

Fuimos una de las pocas regiones que no aplicó restricciones de movilidad en el puente de diciembre y después se presentó un plan de Navidad que permitía los reencuentros y reuniones familiares tras meses sin contacto social. El plan finalmente se suspendió el 20 de diciembre, pero según el virólogo de la UAM, los emigrantes que llegaron a la región antes de esa fecha «trajeron algo más que turrón». «Es cierto que la mayoría de los contagios se dan en el ámbito intrafamiliar, pero todas las medidas son buenas», asegura al ser preguntado por la decisión de la Junta de no cerrar en el puente. Además, esto contribuyó también a generar más movilidad interna al crear una falsa sensación de seguridad, como ya ha reconocido el propio consejero de Sanidad.

A todo ello se suman otros factores que apunta Agustín Muñoz Sanz, como el comportamiento irresponsable de algunos sectores sociales y «el desconocimiento» o la creencia, desde el principio, de que el covid solo afectaba a los mayores y personas con patologías de base previas. «Como si un terremoto, un tsunami o un incendio solo hiciera daño a los pelirrojos», afirma. «No creo que haya habido o haya relajación, sino desconocimiento, falta de respeto al virus, no entender qué significa libertad, mala comunicación entre el mando y la tropa», afirma.

En este contexto, ¿podrán los hospitales extremeños soportar la tercera ola, con cifras de récord ya desde el inicio? «Se verá. Los recursos humanos, siempre precarios y mal atendidos por la administración, son muy limitados y están física y mentalmente extenuados», recuerda el infectólogo de la Uex. «Hay que felicitar, una vez más, a todos los profesionales implicados. Por otra parte, no creo que las arcas de la Junta estén para hacer muchos gastos. Es un momento muy duro, difícil», recalca.

Nuevo confinamiento

Los expertos vaticinan que será precisamente esa dispersión geográfica la que ayudará a Extremadura a doblegar la curva de esta tercera ola. Para que sea cuanto antes, López aboga por rastrear las poblaciones más castigadas, vigilar que se cumplen estrictamente los periodos de aislamiento y acompañar todo eso con medidas restrictivas «severas y cortas». Habla incluso de un confinamiento total para la «desconexión» del virus y dar un respiro a la campaña de vacunación, tras aparecer los primeros casos de contagios en las personas que tienen ya la primera dosis.

Antes de Navidad, sostiene, habría bastado con una semana. Ahora, «tal y como estamos», serán necesarias al menos dos. «Si seguimos jugando con medidas laxas que cambian cada momento haremos más daño a la economía y la salud pública, corremos peligro de que la situación se alargue y se dificulte aún más la vacunación», sostiene el experto.

Pero un confinamiento es una decisión política de alto calado. «Muy difícil, tremenda. Supone enfrentar, o compaginar, la salud con la economía sabiendo que una de las dos puede resultar tocada. O las dos. Y es bastante tarde porque ya hemos chocado contra el iceberg», afirma Muñoz Sanz. No obstante, el profesor de la Uex recuerda que ya contamos con una esperaza: «vacunar, pero no a velocidad de crucero como dice el ministro Illa, sino de AVE o, mejor, de misil o cohete lunar. Los cruceros son muy lentos. Y, como el Titanic, pueden hundirse», concluye.